El ejemplo ibérico de Unamuno

La visita, en cierto modo emblemática, de los nuevos reyes de España a la vecina Portugal, muestra el interés, personal e institucional, que Felipe VI y la reina Doña Letizia sienten por el mundo ibérico. Un sentimiento de cercanía y normalización que llevan a cabo los poderes económicos y empresariales hispano-lusos y luso-españoles, pero que deja mucho que desear aún el pueblo llano. Uno de nuestros escritores más inmortales, Don Miguel de Unamuno, supo ver la hermandad oculta que latía a ambos lados de la Raia.

Para entender el personaje de Unamuno en toda su dimensión no se puede ignorar su paso por Portugal. Entre 1908 y 1935, el escritor y filósofo español viajó más de veinte veces a Portugal. Allí estableció grandes amistades y se enamoró de la cultura lusa y de la forma de ser de los portugueses. Lo explica Agustín Remesal, periodista zamorano, autor del libro "Por tierras de Portugal. Un viaje con Unamuno". Frecuentó Oporto, donde anualmente tenía reunión del consejo de administración de la compañía de ferrocarril, al que pertenecía. También estuvo en Braga, Amarante, Barca, Espinho, Aveiro, Viseu, Guarda, Buçaco, Coimbra, Figueira da Foz y Alcobaça.

Cultura portuguesa

Unamuno “estaba enamorado de la cultura portuguesa y de la forma de ser de su sociedad. Manuel Laranjeira, Guerra Junqueiro y Sampaio Bruno son tres de los escritores portugueses que más influenciaron al rector de la Universidad e Salamanca”, escribe Remesal. Para el profesor y escritor portugués, Carlos Carrança, “Unamuno consiguió captar el alma del pueblo portugués. Al contrario de los turistas que ven las cosas catalogadas y rápido, él buscaba lo que las personas no veían y escuchaba a quien sabía”. Carrança defiende que la idea que el poeta español tenía de Portugal “se debía, en un 75%, a Manuel Laranjeira, un genio poco conocido que Unamuno ayudó a eternizar”. Y cree que Unamuno “necesitaba Portugal como un suplemento, para entender mejor España. El sentimiento trágico de la vida de Unamuno necesitaba el sentimiento lírico de la vida portuguesa”, resalta.

Los viajes de Unamuno a Portugal y su relación con lugares y gentes que conoció –políticos revolucionarios, pescadores pobres, libreros, cabalistas y poetas suicidas– componen una amalgama vital del rector de la Universidad de Salamanca que sus biógrafos han ignorado o marginado, y que ahora Remesal describe al autor de Niebla o San Manuel Bueno Mártir es impulsor del acercamiento entre españoles y portugueses, así como de un iberismo “político-romántico” que está, no obstante, muy alejado de una unión ibérica entendida como una unión política de Portugal y España.

Acercamiento

Unamuno defendía una relación más estrecha entre dos pueblos que han compartido muchos episodios históricos y pedía combatir estereotipos, como el del español arrogante o el portugués desconfiado. Un sentimiento de acercamiento y un conocimiento del país vecino que ya quisiéramos tener cuantos trabajamos por conseguir ese iberismo real, respetuoso y compatible. Un iberismo que comparta cada país de ambos lados de la Raia no sólo los intercambios económicos y empresariales, tan intensos en los últimos tiempos, sino esa cultura que Unamuno logró descifrar hace ya un siglo y cuya ausencia ya se encargo de denunciar Machado cuando dijo aquello de “desprecia cuanto ignora”. Ése debería ser el reto de las sociedades civiles hispanas y portuguesas, si queremos conseguir una convivencia sin sombras ni recelos.

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