Rafa Chirbes, la denuncia del Sistema recibe el Premio Nacional de Literatura

Quién le iba a decir a Rafa Chirbes, cuando empezábamos la aventura periodística y literaria, que acabaría siendo carne de papel couché, de reconocimientos sociales y de premios oficiales. Él, tan fiel a sus filosofías, tan espartano en su vida material, tan contundente con sus enemigos. Hace unos días recibía el Premio Icon y el nacional de Literatura. La respuesta del escritor valenciano no se ha hecho esperar: “El mismo Gobierno que crea el malestar a mis personajes, ahora me premia”. Un pequeño destello entre tanta turbulencia.

La novela política se hace social. Popular y hasta oficial. El último reconocimiento de “En la orilla” (Anagrama), el Premio Nacional de Narrativa otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, confirma que la literatura del malestar es tendencia en un país arruinado, que los malos tiempos se contestan con buena literatura y que hay lectores dispuestos a seguir a los escritores que estén a la altura de las circunstancias. Libros amargos, libros difíciles, libros sin condiciones ni condicionales, que se atragantan al enseñar “el cadáver a medio enterrar que esconde cualquier fortuna reciente”. Son comillas del propio Chirbes, autor de una trayectoria que se revuelve contra el presente y el pasado, de libros que escapan del discurso dominante.

Una vida difícil

La vida de Rafa Chirbes ha estado jalonada de esfuerzos e incomprensibles, lo que le ha proporcionado material de primera mano para sus novelas. Desde los ocho años estudió en colegios de huérfanos de ferroviarios. A los 16 recaló en Madrid, donde estudió Historia Moderna y Contemporánea. Vivió en Marruecos (donde fue profesor de español), París, Barcelona, La Coruña, Extremadura, y en el año 2000 regresó a Valencia. Se dedicó a la crítica literaria durante algún tiempo y posteriormente a otras actividades periodísticas, como las reseñas gastronómicas y los relatos de viajes. Su primera novela, Mimoun (1988), quedó finalista del Premio Herralde y su obra La larga marcha (1996) fue galardonada en Alemania con el Premio SWR-Bestenliste. Con esta novela inició una trilogía sobre la sociedad española que abarca desde la posguerra hasta la transición, que se completa con La caída de Madrid (2000) y Los viejos amigos (2003). Con Crematorio (2007), un retrato de la especulación inmobiliaria, recibió el Premio Nacional de la Crítica y el V Premio Dulce Chacón. La novela En la orilla (2013), continúa el retrato de la España en crisis, y recibió también el Premio Nacional de la Crítica 2014 y el Premio Francisco Umbral al libro del año 2013.

La novela premiada es una crítica, como no podía ser de otra manera, a la podredumbre social y ética de un país desempleado y hundido. La culminación a un proyecto coherente cuyo capítulo anterior, “Crematorio” (2007), presentaba el origen de todos los males del desengaño democrático de este país: la corrupción política. Chirbes tiene un mérito que escasea: aborda los problemas contemporáneos. Por eso recibió también el Premio de la Crítica a la mejor novela publicada en 2013. Escritor corrosivo y ácido en la ficción y uno de los más educados en la realidad, aclara que aceptará el premio, porque de otra manera sería una falta de respeto a la ciudadanía y al jurado que se lo ha otorgado. “Somos gente modesta, no me puedo permitir altivez”, resume. “Ahora, si me lo entregan en mano llevaré un papelito escrito y leeré algunas cosas que quizás no les guste oír”, comentó.

Confundido y agradecido

El autor de “La caída de Madrid” explica que se encuentra alegre y confundido con el reconocimiento oficial, porque “es contradictorio”. “Para el libro es una segunda vida, pero para mí es contradictorio porque el mismo Gobierno que crea el malestar a mis personajes es el que ahora me premia por el libro en el que lo cuento”, cuenta con cuidado.El jurado que ha fallado hoy el premio ha estado presidido por María Teresa Lizaranzu y formado, entre otros, por Carme Riera, José Luis Vicente Ferri, Julia Otxoa, Carmen del Riego, Angel Basanta, Javier Rodríguez Marcos y Javier Merino, ganador de la pasada edición. El jurado ha premiado esta obra por ser “una novela de extraordinaria construcción literaria, que tratando de la realidad actual, no se limita al realismo, mostrando una riqueza formal y recursos poéticos que lo trascienden”.

Novelas poco complacientes para un mundo indignado. En principio, la intención de retratar la miseria moral del banquete de unos pocos, desnudado por una voz pesimista y un tono directo, con altas dosis de ironía y desazón, no parece la receta del taquillazo. “La palabra lleva una ofensiva carga de desazón y violencia”, escribe Chirbes en su ensayo “Por cuenta propia. Leer y escribir” (Anagrama), para aclarar que la desolación es materia literaria de primera.

El escritor Gonzalo Torné publicaba un polémico artículo en "El Estado Mental", donde aseguraba que Chirbes es “la cabeza visible del revival social” y la referencia literaria de 2013 gracias a "En la orilla", a pesar de que “apenas se desvía en intenciones y poética de la media docena precedente, más aplaudidas en Alemania que en España”. Torné cuestionaba el “compromiso” con el oportunismo de la afluencia de novelas que reaccionaban ante un desastre como el que sacude la actualidad. “Se entiende que novelistas que hasta 2008 se contentaban con elaborar juegos de referencias intertextuales estiren ahora el cuello para atisbar el mundo que concierne a la mayoría”, soltaba con ironía. Al menos, la obra de Chirbes ha tratado siempre de escapar tanto de consignas como de conclusiones a las que adscribirse.No pone las cosas fáciles a su lector. La buena letra duele".

Aún le recuerdo en un pueblecito extremeño, a donde se retiró para huir del mundanal ruido y afrontar la vieja vocación de la escritura contra todo y contra todos. “La narrativa se ha convertido en un arte inane: se ha reconciliado con el público precisamente porque dice poco de lo público”. Palabra de Chirbes, que señala a su enemigo: lo insustancial. Las novelas de Chirbes buscan al lector para decirle, mientras le azota, que la vida es sufrimiento no gozo, que tiene derecho a ser derrotado. Prefiere lectores con conflicto, pero hasta el momento la fórmula sólo había logrado la exclusión del festín oficial. Chirbes nos dice que la lucha vende tanto como saber que el mal siempre acabará triunfando. Lo cual nos aclara muchas cosas, pero no nos anima nada de nada.

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