CUANDO CATALUÑA PINTABA ALGO EN MADRID

El ex diputado de CiU, Josep López de Lerma, defiende en el libro “Cuando pintábamos algo en Madrid”, editado por ED Libros, la editorial de Economía Digital, toda una etapa en la que el catalanismo logró avances en el autogobierno mientras aseguraba la estabilidad en el conjunto de España. En uno de sus capítulos, titulado Roma paga a traidores, describe cómo se modificó el reglamento del Congreso para dejar al PSC, entre otras cosas, sin el grupo parlamentario propio del que disfrutaba. "Roca (Miquel Roca) regresa a su escaño, me hace una señal y me siento a su lado. -Prepárate. Nos piden nuestra connivencia en la disolución del grupo del PSC. Me dicen que ya está pactado entre UCD y PSOE, pero en el texto que nos ofrecen hay algo que nos atañe y que debemos estudiar".

Josep López de Lerma, diputado de CiU por Girona durante 25 años, acaba de publicar su ensayo “Cuando pintábamos algo en Madrid”. Retirado de la política desde el 2004, y recientemente también de la abogacía, López de Lerma presenta en su libro varios microrelatos de tres o cuatro páginas con título y subtítulo intencionados.

Los microrrelatos recogidos en este brevario de acción exponen no sólo anécdotas de una vida política en Madrid, sino también un cosmos de relaciones y actuaciones que permite observar hasta qué punto hubo un tiempo durante el que el gobierno de Cataluña era, a su vez, el gobierno de España. Esa etapa existió, aunque ahora se vea como un episodio vencido, contrario a la visión política que impera en España y en la propia Cataluña. Esos microrrelatos plasman una concepción que posibilitaba el diálogo y el acuerdo, mostrando que la política se basa en los pequeños detalles que, a veces, resultan determinantes para el buen funcionamiento de la maquinaria del Estado.

López de Lerma saca a pasear algunas de las políticas de CDC y de Unió. Desvela algunos episodios como las veces que Pujol recibió la oferta -de Suárez, de González y de Aznar- para que se integrasen como ministros en el Gobierno de España. Siempre se negó. También explicita la distancia y el recelo entre Pujol y Roca. "Cuando pintábamos algo en Madrid" es la reivindicación del político catalán de una manera de hacer política con pragmatismo.

¿Memorias? Sí, pero no solo. ¿Ajuste de cuentas? También –y de qué manera en algunos casos– pero tampoco es el objetivo. Lerma tiene una constante en la selección de pasajes, con algunas anécdotas pintorescas del Madrid cortesano, la vindicación del pactismo como planteamiento político desde convicciones catalanistas. No va de conspiraciones. Se trata de describir con ejemplos cómo se pueden alcanzar acuerdos de los que se conocen sus efectos, pero no su gestación. López de Lerma lo contrapone al inicio de ruptura de su antiguo partido con quien tenga el poder en Madrid. Lo atribuye a Pere Esteve en sus orígenes y la decisión de los hijos de Pujol de aupar a Mas.

Por no desvelar en exceso el contenido, son ejemplos desde la sesión a dos manos de Lerma y el vicepresidente Álvarez Cascos para hacer corta y pega de enmiendas en la ley de extranjería, o el descubrimiento de que erl famoso pacto Pujol-Aznar en el Majestic hubo acuerdos bajo mesa, como que el desdoblamiento del Eix Transversal constara como obra emblemática de la Generalitat, cuando su financiación la hizo el Estado.

El poder catalán en España

Tener buena pinta o pintar algo son expresiones que vienen de los juegos de azar: la pinta es esa señal que se ve en la punta de los naipes españoles con solo abrir levemente el abanico en la mano. Con ese mínimo gesto los expertos ya saben si llevan buena mano. Así que hay otros catalanes que sí pintan, y mucho, en la capital de España.

La no muy lejana elección de Josep Maria Álvarez como nuevo secretario general de la Unión General de Trabajadores (UGT), marca el fin del en exceso prolongado mandato –¡nada menos que 22 largos años!– de Cándido Méndez al frente del sindicato fundado el 12 de agosto de 1888 en Barcelona. Al mismo tiempo la elección de Álvarez como máximo líder ugetista demuestra la existencia de una renovada presencia de ciudadanos de Cataluña en algunos de los más importantes centros de poder social de España.

Conviene recordar que quien preside la gran patronal española, esto es la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), es desde hace ya seis años el catalán Joan Rosell, y que su primer presidente fue, de 1977 a 1984, otro catalán, Carles Ferrer Salat. Es oportuno recordar también que desde 2014 el presidente de la Cámara Oficial de Comercio, Industria, Servicios y Navegación de España es otro destacado empresario catalán, Josep Lluís Bonet Ferrer.

Nadie puede cuestionar el más que considerable peso específico que Cataluña tiene en el poder empresarial, económico y financiero español. Al respecte baste citar tan solo, sin ánimo alguno de intentar ser exhaustivo, los nombres de Isidre Fainé, Josep Oliu, Salvador Gabarró, Antoni Brufau, Jorge Gallardo, Víctor Grífols, José Manuel Lara… Por último, no se debe olvidar que una de las dos nuevas formaciones políticas emergentes en España –Ciudadanos, que según señalan las últimas encuestas publicadas, es la que por ahora parece con mayores posibilidades de crecimiento electoral inmediato- fue creada precisamente en Cataluña y tiene como líder a Albert Rivera, catalán él también, como lo es buena parte de la dirección.

Es muy cierto que durante estos cuatro últimos años el peso político de Cataluña en España ha caído bajo mínimos. Por desgracia ahora quedan muy lejos ya los tiempos de la presencia de destacados ministros catalanes en los gobiernos de Felipe González –Narcís Serra, Ernest Lluch, Joan Majó o Josep Borrell-, de José Luis Rodríguez Zapatero –José Montilla, Joan Clos, Carme Chacón o Celestino Corbacho-, o incluso de José María Aznar –Josep Piqué, Anna Birulés o Julia García-Valdecasas-, con la única presencia, en los gobiernos de Mariano Rajoy de estos años, del catalán Jorge Fernández Díaz.

No obstante, lo peor de la pérdida del peso político de Cataluña en el conjunto de España se debe a la incomparecencia deliberada de los partidos nacionalistas, tanto la ya fenecida Convergència i Unió (CiU), reconvertida ahora en Democràcia i Llibertat (DiL), como Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).

Con su viaje a ninguna parte que constituye su apuesta por la independencia de Cataluña, el nacionalismo catalán se ha borrado de la política española. No obstante, y por suerte, Cataluña no está representada en España tan solo por el secesionismo. Y esto se demuestra con la renovada presencia catalana en los centros de poder empresarial, sindical, político y financiero de España.

"Catalanes en Madrid. 50 miradas desde la Gran Vía"

Medio centenar de catalanes relevantes que residen en Madrid han destacado en un libro la buena acogida que han tenido en la capital, donde, sin embargo, detectan una creciente incomprensión que algunos de ellos achacan al desconocimiento mutuo. "Catalanes en Madrid. 50 miradas desde la Gran Vía" (Ediciones Lectio), escrito por Anabel Abril, recoge testimonios de periodistas como Carles Francino, Susanna Griso, Francisco Marhuenda o María Casado; chefs de la talla de Sergi Arola, actores como Josep Maria Pou y Silvia Marsó, el director teatral Mario Gas, el presidente de La Caixa, Isidre Fainé, o el futbolista Albert Celades, entre otros.

Salvo excepciones, todos destacan que han sido bien tratados en su ciudad adoptiva, aunque alguno como Carles Francino confiesa que su origen le ha obligado en ocasiones a mostrarse "más radical", defendiendo posiciones alejadas de las suyas y actuando como un "catalán acérrimo".

Tanto él como la también periodista Susanna Griso coinciden en sus respectivos capítulos en que desde la aprobación del Estatut, las relaciones entre Cataluña y Madrid han empeorado. Griso confiesa que durante la tramitación de dicho texto, pasó una etapa "muy incomoda" en Madrid y se sintió "un poco asediada".

Josep María Pou ve la eterna rivalidad entre Madrid y Barcelona más visceral que antes "por los políticos y el fútbol". El actor observa cierta "provocación" desde la capital que en Cataluña se percibe con gran intensidad "y desencadena una reacción contraria muy fuerte, alimentada también por esa actitud tan instalada en la sociedad catalana que es el victimismo".

Para el presidente de la CEOE, Juan Rosell, "en Madrid hay gente que es separadora y en Cataluña hay muchos separatistas" y teme que van "todos en aumento". Bajo su punto de vista hay "incomprensión y desconocimiento" en ambas partes.

"A mí ser catalana me ha favorecido siempre", admite en el libro la exdirectora del Instituto Cervantes Carmen Caffarel, mientras que el presidente de la Caixa, Isidre Fainé, refiere que en todas sus estancias en la capital se le ha tratado "con respeto y consideración".

El banquero aboga por estrechar "aún más" las relaciones "entre todos" en un momento "en el que en general no es fácil", mientras que el chef Sergi Arola pide "no dejarse manipular por los discursos nacionalistas" ni obsesionarse por las fronteras "cuando han desaparecido desde que existe Internet". El director de La Razón, Francisco Marhuenda, opina que la confrontación entre las dos ciudades responde a una visión "tan pobre como antigua" que no conduce "a ninguna parte" y observa que "tal vez" Barcelona "se fija demasiado" en Madrid.

La autora del libro, Anabel Abril, ha explicado a Efe que aunque los entrevistados están a gusto en Madrid y disfrutan de la ciudad, "detectan cierta incomprensión y desconocimiento mutuo" y reclaman puentes "de ida y vuelta" en la relación entre Madrid y Barcelona.

En las conversaciones mantenidas con ellos entre septiembre de 2011 y febrero de 2012 no podía faltar el fútbol, que algunos de los entrevistados ponen como un elemento que "crea distancias" entre Madrid y Barcelona, como reconoce María Casado, para quien "no es fácil" ser catalana y del Barça en la capital.

Muchos de ellos, reflejando su origen mediterráneo, lo que más añoran en Madrid es el mar, como le ocurre a Juan Rosell, Mario Gas, Silvia Marsó y María Casado, quien apaga su nostalgia paseando junto al lago del parque del Retiro "para poder ver agua y barcos".

Menos pider empresarial

El número de empresas catalanas que han dejado la región se ha duplicado en sólo cinco años: Madrid acoge el triple de empresas que Cataluña desde el desafío soberanista. La incertidumbre política de Cataluña no es la única razón por la que abandonan la region: Madrid ofrece un mayor atractivo fiscal para el trabajador en cuanto a IRPF y Sucesiones

Madrid ha aprovechado el proceso soberanista iniciado en 2012 para incrementar la atracción de empresas con respecto a Cataluña. Por cada sociedad que ha trasladado su sede a la comunidad catalana desde 2011, 3,6 lo han hecho en dirección a la capital del país. La brecha en la atracción de empresas se ha disparado desde 2011, cuando la relación era de 2,2 a favor de Madrid. En total, 815 sociedades abandonaron Cataluña el pasado año, según los datos del Registro Mercantil recopilados por Axesor. La cifra es un 13,2% inferior a la de 2014, cuando se produjo un pico de 940 salidas.

En Madrid el número de salidas fue de 1.035, si bien en esta región la reducción con respecto al año anterior fue del 25%. La gran diferencia entre las dos autonomías es que en el caso de Madrid, las salidas fueron compensadas con una cifra todavía mayor, de 1.658 entradas. Esto derivó en una balance migratorio positivo de 623 empresas. Sin embargo, en Cataluña las salidas superaron en un 76% al número de entradas, con un déficit en la balanza de 352 compañías. Este agujero en la atracción de empresas se ha duplicado desde el déficit de 171 empresas que la misma región ya tenía en 2011.

La estadística del Registro Mercantil también muestra un puente aéreo entre ambas autonomías cada vez más volcado hacia la capital del país. En 2015, 387 empresas decidieron dar el salto de Cataluña a Madrid, mientras que en el sentido inversor lo hicieron 171 sociedades. En los últimos meses un elevado número de empresarios ha advertido del impacto de la inestabilidad política que conlleva el proceso soberanista sobre la economía regional. El tema ha saltado incluso las fronteras del país y despertado la preocupación en las sedes de las grandes multinacionales extranjeras que operan en España. "Los inversores no entienden que una región quiera dejar de un día para otro un país pegando un portazo. Es un sinsentido que espanta la inversión y el talento", explica Jaime Malet, presidente de la Cámara de Comercio de EEUU en España. "Hay casos de empresas que han decidido invertir en Madrid y no en Cataluña por este lío. Las empresas tienen planes de contingencia preparados, no para el imposible caso de que Cataluña sea independiente, sino ante un aumento del conflicto social", argumenta. Además de la danesa Nilfisk, cuya salida se comunicó ayer, ya han trasladado sus sedes a Madrid la cadena de hoteles Derby Hotels o las francesas Suez Environment y Valeo. El grupo Planeta o Pronovias han avisado de que harán lo propio si el órdago nacionalista va a más.

La incertidumbre política no es el único factor que ha impulsado la fuga de empresas en Cataluña. Los expertos consultados apuntan a otros factores relacionados con la fiscalidad o la gestión de estas empresas que influyen en el "complejo proceso" de trasladar una sede corporativa. Aunque el Impuesto de Sociedades que pagan las compañías tiene un tipo único del 30% para grandes empresas y del 25% para pymes en el conjunto del país -con la excepción del País Vasco-, Madrid ofrece un mayor atractivo fiscal para sus trabajadores con un menor tramo del IRPF, Sucesiones y Patrimonio. "Esto permite a las compañías atraer más talento con mejores sueldos netos, aunque el salario bruto sea el mismo entre regiones", explica un asesor que trabaja en el día a día en este tipo de operaciones. Otro factor clave que explica, según los expertos, las migraciones corporativas es la centralización del poder. En Madrid tienen su sede los ministerios, el Parlamento y los reguladores de los distintos sectores estratégicos.

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