GAUDÍ, ENTRE LA GLORIA TERRENAL Y LA ETERNIDAD

El pasado octubre, Barcelona ha acogido el Segundo Congreso Mundial sobre Gaudí, un acontecimiento bienal organizado por “The Gaudí Research Institute” conjuntamente con la Universidad de Barcelona. Allí se ha mostrado una vez más que todo lo relacionado con Gaudí es sinónimo de beneficios económicos, convirtiendo al arquitecto de Reus en una especie de gallina de los huevos de oro. Pero no todo el mundo está de acuerdo con esta explotación. Luis Gueilburt (en la foto), especialista en la obra del arquitecto, asegura que la fiebre Gaudí le está afectando negativamente, ya que muchas intervenciones acaban “con el ángel de sus obras”, mientras que querer rentabilizarlo tanto puede terminar “por afectar sus estructuras no diseñadas para un tránsito tan grande de personas”. Gueilburt reclama una Fundación que vele por su obra, de la misma manera que existen para la de Tàpies, Miró o Dalí.

El pasado mes de octubre, el Edificio Histórico de la Universitad de Barcelona acogió el Segundo Congreso Mundial sobre Gaudí (Gaudí 2nd World Congress, Barcelona 2016), un acontecimiento bienal organizado por The Gaudí Research Institute conjuntamente con la Universidad de Barcelona, donde Antonio Gaudí recibió el título de Arquitecto el 1878. Esta segunda edición ha tenido como novedad la incorporación de los tres días de sesiones en Shanghai (21-23 junio), en colaboración con varias universidades chinas cono la de Tsinghua y el apoyo del Ayuntamiento de Shanghai. El objetivo de acercar este congreso en Asia es dejar constancia de la gran tarea que se ha hecho en este continente alrededor de la figura de Gaudí, tanto en la vertiente de difusión como de investigación. Por este motivo, participaron en el congreso personalidades principales asiáticas del mundo de las artes y la arquitectura, como Hacen Di’an, C. Y. Lee, Kuo Chao Lee, Tokutoshi Torii.

Bajo la presidencia de honor de la Dra. Benedetta Tagliabue, se vieron desfilar a los más reputados expertos en Gaudí –Jordi Bonet, Maria Antonietta Crippa, Conrad Kent, Luis Gueilburt, Rainer Graefe, Leonid Demjanov, Alberto T. Estévez, Salvador Tarragó, Jan Molema, Arnau Puig, Ana Maria Ferrin, Beatrix Froïs y otros– junto con personalidades de una cincuentena de universidades e instituciones, como por ejemplo la UNESCO, el Consejo Internacional de los Monumentos y Lugares Históricos (ICOMOS) o Sites and Neighborhoods of the Moderno Movement (Docomomo). Si bien no fue el tema exclusivo, el Segundo Congreso Mundial sobre Gaudí se centró en el Park Güell y Torre Bellesguard, y se presentaron las investigaciones más recientes sobre estas joyas de la humanidad a fin y efecto de garantizar la conservación.

Investigadores en arquitectura, matemáticas, geometría, astronomía, ingenierías mecánica e informática, entre otros, presentaron ponencias novedoses. Así, el investigador Xavier Jové y un equipo de prestigiosos forenses, avalados por sus trabajos para el FBI y la Interpol, presentaron algunas imágenes inéditas relacionadas con Gaudí entre ellas un retrato de juventud hecho enla Rambla de Barcelona y que desvela el controvertido color de sus ojos y de su cabello. El biógrafo gaudiniano Josep María Tarragona desveló una obra inédita de Gaudí en el barrio de Gràcia de Barcelona. El experto daliniano Nicolas Descharnes trató de la relación entre dos genios universales: Gaudí y Salvador Dalí. Grupos de investigación de la Universitad Rovira i Virgili presentaron investigaciones innovadoras e inéditas sobre el Palau Güell y la Sagrada Familia de Barcelona.

Gaudí, turístico y comestible

El patrimonio monumental de Barcelona es una de sus primeras marcas de identidad. Y dentro de sus edificios sobresalen, de forma destacada, los del periodo modernista.

Tanto, que el 80% de visitantes que llegan a Barcelona cada año aseguran que lo hacen atraídos por maravillas como la Sagrada Familia, la Casa Batlló, La Pedrera o el Parque Güell. Todas llevan la firma del genial arquitecto Antoni Gaudí, que las construyó a caballo entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Dentro de poco, a este club de privilegiados, se unirá un nuevo edificio que abrirá sus puertas para dejar al descubierto lo que esconde en su interior. Son los pabellones de la Finca Güell situados en el barrio de Pedralbes. Estas pequeñas joyas, propiedad de la Universidad de Barcelona, acaban de ingresar en la World Monuments Watch, entidad que cuenta con el patrocinio de American Express, que desde 1996 pone el foco en monumentos con problemas de conservación de todo el planeta para captar fondos. Con él, serán siete los edificios del arquitecto visitables en la ciudad.

Barcelona vive, así, una fiebre Gaudí, porque Gaudí, hoy por hoy, es sinónimo de visitas e ingresos económicos, una especie de gallina de los huevos de oro: cualquier edificio o centro cultural que expone una de sus obras registra colas kilométricas. “Goce de un restaurante al estilo Gaudí y disfrute de la Barcelona más modernista”, reza el eslogan de uno de los restaurante “Tapas Gaudí” que utilizan como reclamo al arquitecto. El típico bar barcelonés no es el último ejemplo de explotación del genial Gaudí. En 2012 abrió sus puertas “GaudíExperience”, en el que se explica su vida y obra a través de la última tecnología –incluye un trepidante documental de 8 minutos en 4D– por el que han pasado (a 9 euros) más de 50.000 personas, la mayoría turistas.

Pero no todo el mundo está de acuerdo con esta explotación. Luis Gueilburt, especialista en la obra del arquitecto, responsable de la Línea de Investigación Gaudí y el Modernismo Catalán y profesor invitado por la Universidad Politécnica de Catalunya para un curso monográfico sobre la vida y obra de Antonio Gaudí, asegura que la fiebre Gaudí le está pasando factura ya que muchas intervenciones acaban “con el ángel de sus obras”, mientras que querer rentabilizarlo tanto puede terminar “por afectar sus estructuras, porque no están diseñadas para un tránsito tan grande de personas”. Gueilburt reclama una Fundación que vele por su obra, de la misma manera que existen para la de Tàpies, Miró o Dalí. Y si no se hace es por “problemas politicos o ideológicos”, afirma.

Gaudí ha dado dinero fácil que nadie se ha preocupado por investigar, de cuidar realmente lo que es el espíritu del artista, no solamente la parte que brilla. “El turismo es algo fácil –dice Gueilburt– y mi sensación es que no se está llevando con profundidad ni con seriedad. Esto, a la larga, mata a la gallina de los huevos de oro. Ahora parece que se quiere arreglar esta situación e intentar traer a un turismo de más calidad, pero esto es algo que no se puede cambiar de un día al otro”.

El espíritu de Gaudí

¿Dónde está la esencia de Gaudí?. El estudioso argentino afincado en Barcelona nos lo descubre. “Por ejemplo, los turistas se contentan con sacarse una foto delante del dragón del parque Güell y Gaudí es todo menos ese dragón que parece que está puesto allí de decoración, cuando en realidad es la gárgola de una cisterna profunda que almacenaba el agua para regar todos los jardines del parque. Esta cisterna ni se está usando, ni se está explicando al público. Sin embargo, allí está la grandeza de Gaudí: integrar un elemento estético como el dragón con un sistema de regadío que permitía ahorrar agua para que el parque pudiera ser tal y no la montaña pelada que estaba allí originalmente. “Ese es un gran logro que fusionaba arquitectura, ingeniería, ecología; sin embargo, la gente va allí a mojarse las manos en un grifo que pusieron debajo del dragón y se quedan en la anécdota; no sé hasta qué punto son conscientes de por qué hay una fuente allí. Otro ejemplo, de la Sagrada Familia que planeó Gaudí ya solo queda un 20%. Es una obra enorme, monumental, impresionante a nivel técnico, pero ya no es el espíritu de Gaudí. Sólo queda ese porcentaje. Hay obras mucho más pequeñas, más interesantes, pero no se hace difusión de ellas porque no dan dinero”.

De Gaudí –explica el profesor– existen documentadas 93 obras . Pero no todas son edificios, también hay muebles, pérgolas, proyectos… Por ejemplo, la tela de araña metálica que había en el jardín de la casa Vicens por donde pasaba el agua creando un arco iris contínuo, según la luz, daba una proyección en el muro. O la propuesta de la iluminación de la muralla del mar. La idea de Gaudí era hacer ocho monumentos de la talla de la estatua de Colón desde Hospitalet hasta el Besòs. “Ese Gaudí pretencioso, casi faraónico me emociona muchísimo y muy poca gente lo conoce. O los proyectos de hacer aseos públicos en las Ramblas, donde los aseos de señoras eran el doble de grandes que los de caballeros; ese tipo de detalles prácticos siempre están presentes en la obra de Gaudí. Aunque no se hicieran nunca, creo que es muy importante conocer este tipo de proyectos para llegar a comprender su esencia”.

El caso de la Casa Calvet, en la calle Caspe 48. “No se ha vendido al turismo, los propietarios lo tienen para ellos y en la parte baja hay un restaurante que antiguamente había sido la tienda de tejidos de la familia. Si se miran los detalles, se verá que es un Gaudí muy barroco, de las primeras épocas, que no tiene nada que ver con lo que generó más tarde; pero ésa es la primera finca grande que construyó él en 1900 y tiene un premio del Ayuntamiento, el único que recibió en vida. Luego está también el colegio de las Teresianas, que es todo de Gaudí menos la Iglesia y la ampliación que se hizo hace pocos años imitando su estilo y de la que nadie dijo nada. Hasta hace poco se decía que Gaudí había seguido una construcción que ya estaba levantada hasta la primera planta, pero demostré, junto a unas alumnas mías, que todo el edificio es suyo, él lo encontró en los cimientos, pero al no tener formas curvas, la gente cree que no es suyo. El hecho de que sea escuela dificulta que se pueda visitar, y esto enriquece y empobrece la obra al mismo tiempo”.

Una manera de que la gente pueda visitar las obras de Gaudí es convertirlas en restaurantes, así quedan abiertas al público, pero resguardadas de las grandes masas. “Esto ocurre con las “Bodegas Güell” de Garraf, la “Casa Calvet”, etc. Pero eso, en el fondo, sigue siendo un problema: el hecho de querer rentabilizar tanto a Gaudí, no sé hasta qué punto puede terminar por afectar sus estructuras, porque no están diseñadas para un tránsito tan grande de personas”.

Humanista y renacentista

Para Luis Gueilburt, lo más interesante que tiene es que él no es realmente un arquitecto, ni artista, ni un ingeniero… “Él se sacó el título de arquitectura; sí, hacía edificios, pero más allá de eso era un ser completo, como Leonardo Da Vinci. Se interesó por todo el arte y toda la ciencia del mundo. Hace poco me puse a hacer la lista de los temas de los cuales se puede hablar de él. Sólo a nivel de ciencias hay unos quince capítulos: él estudió profundamente geología, hidráulica, anatomía, zoología, astronomía, y más disciplinas que aplica en su arquitectura. Era muy ambicioso, en el mejor sentido de la palabra: tanto por sus ansias de saber, como de construir por todas partes”.

Efectivamente, consiguió una presencia enorme. “Pero, incluso mira cómo concebía sus proyectos: con la Sagrada Familia quiso construir la iglesia más grande del mundo y la situó más o menos en el centro de lo que es la actual Barcelona (entre el mar, el Tibidabo, el Besòs y Montjuic), pero en ese momento (1870) esa zona que ahora llamamos el barrio de la Sagrada Familia era Sant Martí de Provençals, un pueblo de las afueras con 600 habitantes. Esto es una demostración más de lo visionario que fue Gaudí, y es que ya en su día imaginó cómo la ciudad se iba a expandir.

“Otro ejemplo: con la Colonia Güell que está a unos 12 km de la Plaça de Francesc Macià, pasó lo mismo. Si tiras una línea recta desde la Diagonal, llegas a la puerta de la Colonia Güell, que realmente está muy cerca; pero como pertenece a Santa Coloma de Cervelló, y eso cae más bien lejos, la gente se asusta y no va; por lo tanto, ése es el único lugar donde de momento aún puedo estar tranquilo para disfrutar de Gaudí”.

Todo lo que sabe de Barcelona, lo ha aprendido Luis Gueilburt a través de Gaudí. Barcelona y Gaudí son lo mismo. “Yo llegué de Argentina –dice– y, ¿cómo no te vas a fascinar por Gaudí? Vas entrando, investigando, es un pozo sin fondo. Te fijas en sus edificios y vas descubriendo su grandeza no sólo a nivel estético y técnico, también por el ingenio con el que creaba el verdadero lujo: no con grifos de oro, sino buscando el confort de sus habitantes, la higiene, detalles como el tamaño de las ventanas según su orientación, asientos ergonómicos… Lo que hoy llamamos Feng Shui, ¡él ya lo aplicaba!”.

Una Fundación que vigile

Durante mucho tiempo a Gaudí se le ha encasillado por el tema de la religión, su fervor católico, sus ideas políticas de derechas, etc., por lo que los sectores más progresistas han renegado bastante de él. “Cuando llegué a principios de los 80, la gente quería sacarse de encima la religión, el franquismo… y todo eso lo asociaban con Gaudí, que era visto como algo antiguo; lo innovador era otra cosa. De alguna manera, estudiarle me ha cerrado bastantes puertas”, se lamenta. “En 1992 hice una exposición llamada ‘Gaudir Gaudí’, donde expuse cerámicas originales que estaban arrancando mientras hacían renovaciones del Parque Güell. Restauraban el parque y no había ningún control, arrancaban cerámicas porque estaban gastadas o por lo que fuera, y las tiraban. Yo hice lo que pude por recuperarlas”.

“Gaudí es de todos y no es de nadie al mismo tiempo. En esta ciudad hay una Fundación Tàpies, una Fundación Miró, se hizo una Fundación Dalí para que no se pierda su obra. A día de hoy, aún no se ha creado ninguna Fundación Gaudí. Creamos el Centro de Estudios Gaudinistas pensando en que eso se podría convertir en una Fundación, pero no ha habido interés”, se queja.

“Qué extraño… Con el dinero que da a la ciudad… Entiendo que en los 80s se pudiera considerar un poco carca, pero en el siglo XXI eso ya debería estar superado. Quizás es todo como un gran circo, ¿no? Como él es tan resultón, ¿por qué se invertiría dinero en algo que ya es rentable?”, ironiza.

“La Pedrera es Fundación propia, pero no hace mucho respecto a Gaudí. Recuerdo que en los 80 estaba tan sucia que la tocabas y te quedaba la mano pegada, luego se ha arreglado porque genera ingresos y debe conservarse en buen estado: por eso se ha creado la Fundación. Eso es fantástastico, ¿pero cómo se protegen exactamente las demás obras de Gaudí? La burbuja turística puede reventar, como reventó la burbuja inmobiliaria o incluso la cultural. Si se quiere traer a un turismo de calidad, sería fantástico que una de las atracciones principales de la ciudad como es Gaudí estuviera amparada por una institución, una hipotética Fundación Gaudí. Eso sería bastante necesario. Pero a saber qué”, termina.

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