“CAMARADA DOCTOR, QUIERE UN CONSEJO?”...

...“Le dijo el ratón al gato”, respondió el Doctor Zhivago a un activista rojo, que le alertaba del nuevo status político generado por la revolución de octubre de 1917. “Adáptese a las circunstancias”, le recomendó el revolucionario. El nuevo panorama político español, inmerso en un Nuevo Orden Internacional que ya no les pertenece ni siquiera a quienes han sobrepasado el medio siglo de vida, exige una readaptación a las nuevas circunstancias, especialmente de las élites – el Ibex, la Iglesia, los Intelectuales, la Prensa– que no han desarrollado precisamente un papel brillante en el feliz desenlance de la crisis. Porqie la élite política descubrió hace tiempo la enorme rentabilidad que proporciona el poder y cambió ideales por puros intereses. Sin un marco de valores de referencia, sin un estricto sistema de controles y contrapesos, la política acabó convertida en un mercadillo persa, un cambalache en el que todo es negociable. Los resultados, a la vista.

Desde los inicios de la democracia existe el debate sobre si los políticos son sensibles a sus electores, discusión que se ha prolongado a lo largo del tiempo. Aquí la concordia está agonizando y si ha tardado en nacer un nuevo Gobierno no es porque haya esenciales diferencias ideológicas, sino porque los partidos se se envidian y se odian.

Nada más oportuna que la editorial Siruela al publicar los “Consejos a los políticos para gobernar bien” de Plutarco, un manual clásico para políticos modernos en el que el historiador greco-latino recuerda que el odio tiene tendencia a aprovechar todas las ocasiones para sacar ventajas y que el gobernante lo que tiene que hacer no es atizar el rencor, sino evitar la violencia en las asambleas donde los hombres se hacen ilustres.

“En primer lugar, no se debe elegir la política por un impulso repentino, por no tener otras ocupaciones o por afán de lucro, sino por convicción y como resultado de una reflexión, sin buscar la propia reputación, sino el bien de los demás”. Plutarco, una de las más destacadas figuras del pensamiento helénico, ofrece una serie de acertados consejos para gobernar con ecuanimidad. Y es que entonces, como en nuestros días, la cuestión no residía tanto en que hubiese o no quien dirigiera los asuntos de Estado, sino en tener un buen gobierno y unos buenos gobernantes. “Una sociedad existe gracias al consenso, a la coincidencia de sus miembros en ciertas opiniones últimas”, escribía. "La concordia -dice Cicerón- es el mejor y más apretado vínculo en todo Estado”.

El papel de los politicos

Nada nuevo bajo el sol. En “Cómo gobernar un país” , Marco Tulio Cicerón (Roma,106-43 a.C.) detalla cuáles son los pilares de un gobierno justo, qué régimen es el mejor y cómo debería conducirse en el cargo un dirigente. Como hombre de Estado y no como político, monta una guía antigua para políticos modernos. Philip Freeman, especialista en lenguas clásicas, ha realizado esta breve antología sobre las ideas políticas de un conservador moderado, “condición cada vez más difícil de hallar en nuestro mundo moderno”. El autor define a Cicerón como un fiel creyente en la colaboración con otros partidos por el bien de la nación y sus gentes. Para Cicerón, el gobierno ideal es el que combina lo mejor de la monarquía, la aristocracia y la democracia, tal como ocurría en la República romana. Este es el legado del primer hombre de Estado, resumidos en 10 consejos, y olvidado a los pocos años. Incluso por los políticos españoles del momento.

1.- El gobernante debe poseer una integridad excepcional, debe destacar por su coraje, su aptitud y su resolución, porque en nuestra nutrida ciudadanía son multitud quienes aspiran a la revolución y a la caída del Estado por tener el castigo que se merecen las faltas que saben haber cometido.

2.- Inteligencia, perspicacia y elocuencia. “Para elaborar un discurso no importa sólo la elección de las palabras, sino también su correcta disposición”. A eso hay que añadir “la agudeza, el humor, la erudición propios de un hombre libre, así como la rapidez y la brevedad a la hora de responder o atacar, que siempre irán ligadas a un encanto sutil y a un claro refinamiento”.

3.- La corrupción destruye una nación, desalienta a la ciudadanía y la hace presa de la cólera y la incita a la rebelión… En su discurso contra Gayo Verres, antiguo gobernador de Sicilia y paradigma del político depravado, Cicerón no dejó lugar a dudas: “Como si de un rey de Bitinia se tratara, se hacía trasladar en litera de ocho porteadores, dotada de un elegante cojín relleno de pétalos de rosa de Malta. Ceñía su frente con guirnalda y llevaba otra al cuello, y cerca de la nariz, su saquito de malla tupida hecho de delicadísimo lino y también lleno de rosas. De esta guisa hacía los viajes…”. ¿Les suena?

4.- No hay que subir los impuestos, al menos si no es absolutamente necesario. “Quien gobierne una nación debe encargarse de que cada uno conserve lo que es suyo y de que no disminuyan por obra del Estado los bienes de ningún ciudadano”. Pero también condena la concentración en manos de una minoría selecta. “También es deber de quienes gobiernan un Estado garantizar la abundancia de cuanto se requiere para vivir”.

5.- La inmigración fortalece un país. “Defiendo pues que en todas las regiones de la tierra no existe nadie ni tan enemigo del pueblo romano por odio o desacuerdo, ni tan adherido a nosotros por fidelidad y benevolencia que no podamos acogerlo entre nosotros u obsequiarlo con la ciudadanía”.

6.- No a la guerra. Para Cicerón, al menos, el ideal bélico no puede darse si se hace por codicia en lugar de para defender la nación o por castigo.

7.- El mejor gobierno es un equilibrio de poderes. Sin equidad los hombres libres no pueden vivir mucho tiempo. Sin ella tampoco hay estabilidad. Cicerón advierte que no es difícil que de la virtud nazca el vicio y que “el rey degenere en déspota, la aristocracia en facción, y la democracia en turba y rebelión”.

8.- El arte de lo posible. Considera irresponsable la adopción de posturas inflexibles, en política todo se encuentra en evolución y cambio. “Cuando hay un grupo de personas que gobierna una república por el hecho de tener riquezas, abolengo o cualquier otra ventaja, cabe considerarlo una facción, aunque ellos se quieran llamar próceres”.

9.- Estar cerca de amigos y de enemigos, tender lazos con los oponentes. Leyes universales gobiernan la conducta humana. No supo del concepto de derecho natural.

10.- Creía firmemente en la existencia de leyes divinas, no sujetas al tiempo ni al espacio, que garantizan las libertades fundamentales del ser humano y limitan la conducta de los gobiernos. “Habrá un único dios que ejercerá de maestro y gobernante del común, creador de este derecho, juez y legislador”.

En el año 63 a.C., cinco años después de ejercer de cónsul, sus enemigos políticos lograron exiliar a Cicerón con falsos cargos, y 20 años más tarde Marco Antonio mandó su ejecución. Sus propios presupuestos no le sirvieron.

El papel del pueblo

Quizá España sea un país de simples dualidades: PSOE / PP, El País / El Mundo, Real Madrid / Barcelona, republicanos / nacionales. Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), autor, entre otros libros, de “Viaje con Clara por Alemania”, “Los peces de la amargura” y “El vigilante del fiordo”. Recientemente publicaba en el suplemento “Babelia” de El País, realiza, una de las mejores radiografías del 'ser español', realizada desde la perspectiva que supone enfrentarse al tema desde la distancia impuesta por vivir en el extranjero.

1. "No recuerdo haber solicitado nacer español, pero reconozco que hay cosas peores. Las hay también mejores y el hecho fácilmente verificable de que haya escasa o ninguna voluntad de aprender de ellas es lo que duele. No considero a España un problema metafísico. Basta permanecer diez minutos en una de sus calles para comprobar que el país alberga más ruido que esencias”.

2. Se dice que los españoles duermen poco. La hipótesis parece plausible, a menos que sean connaturales en ellos la impaciencia, el mal humor y las ojeras. Hoy por hoy el español arquetípico consiste en un espécimen humano que, encabronado hasta las orejas, aporrea en medio de un atasco, de forma compulsiva, el claxon de su coche”.

3. “El caso es no pertenecer a una élite. No incurrir en el lenguaje refinado, en las maneras sensuales y delicadas, en el cultivo de la elegancia irónica. Menos mal que andamos sobrados de antídotos: las palabrotas, el tuteo agresivo, tus muertos y otros fangos léxicos que eximen al usuario del trabajoso, del inútil empeño de desembalar la perspicacia. No hay más que encender el televisor para darse cuenta de la baja calidad humana que se fomenta y se estila en el país”.

4. “El español actual, me corrigen, es inconcebible sin su móvil pegado a la oreja, hablando con desatada indiscreción y abundancia de errores gramaticales en los vagones de los trenes, en los consultorios médicos o dondequiera que le suene el chisme. En el cine, me dicen, no tanto, ya que cada vez son más los que se quedan en casa disfrutando gratis, ante las pantallas de sus ordenadores, del trabajo, el talento y las inversiones económicas de otros”.

5. “La gente ¿qué culpa tiene? Los ciudadanos se adaptan, imitan y quieras que no se dejan moldear. Miran y escuchan los noticieros de televisión y, entre dos catástrofes, les meten publicidad. Todos los días reciben su ración de imágenes de homicidas de vecindario, de motoristas inertes, de felpudos ensangrentados y, para postre, del Real Madrid y el Barcelona, también en las cadenas públicas, desfavoreciendo sin tapujos a los demás equipos. Lo usual es que se conceda mayor relevancia informativa al tobillo de un deportista millonario o a las palabras defectuosas de un entrenador portugués que a cuestiones educativas, culturales, financieras...”.

6. “Se nota que vives fuera, me dicen. ¿Acaso, llegada la ocasión, no se habla del Premio Planeta, acontecimiento cultural supremo, con presencia de la ministra del ramo y de otras autoridades y personas de postín, a pesar de tratarse de un evento de dudosa consistencia literaria, sustentado por una empresa privada? Quizá España sea un país de simples dualidades: PSOE / PP, EL PAÍS / El Mundo, Real Madrid / Barcelona, republicanos / nacionales”.

7. “El español residente en el extranjero no está libre de los salpicones de decadencia asociada actualmente al nombre de España; antes al contrario, lo propio es que a uno lo juzguen conforme al mayor o menor prestigio de su lugar de origen. Si naciste canadiense o australiano, aunque seas un hampón, te recibirán con inmediata simpatía, y si naciste en Camboya o en Togo, pues ya no tanto”.

8. “De un tiempo a esta parte, la imagen positiva de que gozaba España entre los demás países europeos se ha resquebrajado. La admiración general adoptaba formas múltiples. No era extraño encontrar autores españoles en los escaparates de las librerías. Música y cine españoles despertaban un respeto sin paliativos. Hoy España sólo suscita noticias funestas y ocupa de costumbre (datos económicos, desempleo, informe PISA, deportistas dopados, piratas informáticos) los puestos deshonrosos de las estadísticas. La pérdida de encanto es rotunda y los ciudadanos europeos prefieren cada vez más dirigir su interés hacia otros focos creativos”.

9. “Ha habido en el pasado reciente episodios que sonrojan. Ahí va un ejemplo. Tiempo atrás, España fue la invitada de honor de una feria de muestras de Hannover dedicada a la informática. Acudió el presidente del Gobierno, trajeado y sonriente. El mismo día de su llegada saltó a la prensa alemana la noticia del cierre próximo del Consulado General de España en Hannover. Un desaire de marca mayor al anfitrión, que comporta, además, el desamparo administrativo de ocho mil españoles residentes en Baja Sajonia”.

10. “Ser español es un azar a menudo desfavorable”. Como diría Steiner, ”vivimos del tópico, y si algo no encaja con nuestros tópicos, lo cambiamos. Alabamos a gente que deberíamos rechazar, cuando no impedirles que cometan sus tropelías”.

Una moral, ¿pero qué moral?

Vistos ambos contendientes, políticos y plebe, podemos preguntarnos : ¿para qué sirve la moral?. Porque hay una moral buena y otra mala. Los de esta última son los que llegan a todo sin complejos: arribistas, medradores... triunfadores, en suma.

“Cuando se mira el fondo del corazón humano, sólo se encuentran instintos contrarios a la igualdad”. Nuestro Baltasar Gracián nos ofrece en “El Criticón” consejos que tienen que ver con la necesidad de ser más pragmáticos en según que situaciones, selectivos y excluyentes a la hora de elegir nuestros amigos, hacer de la conversación un arte para manejar y conseguir lo que sea de los demás, aprender a controlar los excesos en las pasiones (¡no perder los papeles, vaya!), contar con buenos colaboradores para lograr nuestros propósitos, saber hacerse el sordo ante las provocaciones o a quien nos contradice, "actuar siempre como si no nos vieran", intentando siempre no llamar nunca la atención, etc...

Gracián sostiene que el futuro gobernante no sólo debe ser un consagrado falsario y mentiroso, sino que debe saber pronunciar sus mentiras de tal modo que tengan la patética apariencia de creíbles para lo que necesitan la cooperación de periodistas sin criterio y dispuestos a vender el alma al diablo. Así se cocinan a fuego lento las promesas electorales y los propios intereses de algunos medios de comunicación, despojados de neutralidad, cuya familiaridad con algunos candidatos, más tarde, tiene precio. Son, como decía Jonathan Swift, “hombres escobas”, que por dinero colocan su cabeza ahí donde deberían estar los talones. Lo peor de todo, viven arrastrándose como serpientes por el mundo. El colmo es que con todas sus faltas se rasgan las vestiduras en defensa de la verdad y la moral. Para sorprender, algunas veces, sacan a la luz ocultas corrupciones ajenas pero, cuando no, participan de las mismas cochinadas que pretenden barrer.

La vieja reputación

En tiempos ya lejanos, la reputación se hacía en los salones, “por un público selecto que formaba un verdadero areópago para las cosas del arte”. También una aristocracia culta y exquisita sabía degustar el talento y, tras su aprobación, sus consagrados pasaban directamente a gozar de la veneración pública: músicos, poetas, artistas de pinceles o buril. Los recién llegados se pasean por los salones de las madame de Guermantes de turno recibiendo el despectivo mote de “parvenu(e)”.

La aristocracia de sangre y la vieja burguesía ociosa observan, no sin desprecio a la nueva clase, cuyo dinero no se pierde en la noche de los tiempos y huele a industria y trabajo. En los tiempos que corremos, el arribista o trepa es una persona que progresa en la vida, pero sin ningun escrupulo, sin importarle atropellar a quien se ponga en su camino.

El arribismo hace perder la identidad y oculta las raíces de las personas. Cuando la gente tiene más acceso al dinero no trata de ayudar a sus pares, sino que se esfuerza por parecerse lo mejor posible a quienes desea imitar. Su rasgo definitorio es que intentan ascender sin importarles cómo y barriendo con todos los obstáculos que se encuentran de por medio. Una versión de Dr. Jekyll o Mr. Hyde, adaptando su discurso y conductas según quien tenga delante. Hay "arribistas trepadores" porque que en todo proceso de cambio, hay una confrontación prolongada entre los sujetos de la sociedad naciente y los de la sociedad moribunda, y por consiguiente no existe revolución "químicamente pura". El resentimiento social y la ambición de poder los conduce a la mediocridad, la perversión, la traición y la adulancia. El arte de la vida exige saberse las reglas del juego de la política, el del amor, el de la fortuna y el de la fama. Y nunca es seguro; ya se decía al principio que al azar hay que verlo “desde la misma óptica con que el católico ve la gracia santificante”; para saber jugar hay que contar con él, porque “ganar es estar en la corriente de las oportunidades propicias”. ¿No son supersticiosos los amantes, los jugadores de la ruleta, los políticos, los más altos financieros? ¿Existe la buena estrella? César, cuando subió a la barca en medio de la tempestad, le dijo al piloto: “No temas, llevas a César y a su fortuna.”

Existe todo tipo de nociones sobre la naturaleza humana que es bueno utilizar para conseguir otros fines, pero que son falsas al 99 por ciento. Por ejemplo: “El mérito es el medio más seguro para ascender”. “Hace falta capacidad para ocupar cargos”. “La opinión pública gobierna el mundo”. “Los hombres públicos tienen fe en lo que dicen”. “El mundo lo gobiernan las ideas. “No se puede ser ignorante y necio cuando se escribe un libro”.

Cuando no se nace de buena estrella y cuando las oportunidades tardan en presentarse, por hábil que uno sea en el juego, tiene que construir su fortuna con muchísima lentitud.” El trepador necesita alguien que invierta en él, por lo que hay que hallar los aliados idóneos en la turba de los indiferentes e inútiles para ese cometido. En la búsqueda del valedor, se debe ser consciente de ciertas reglas: Primera : “Un protector al que no se ha logrado conquistar, acaba convirtiéndose generalmente en un enemigo.” Segunda : “Quien no hace progresos en el favor de su protector, retrocede”. Tercera “La gente sólo os protege mientras supone que aún sois nuevo o joven.” Corolario: Los auxiliares son “gentes subalternas, influencias intermediarias que facilitan la acción de los agentes superiores.”

Pero, además, cuando se habla de gentes y de sus cualidades y talentos, aténganse a esos dos principios: Uno: “Que la mediocridad es lo más ventajoso cuando de inteligencia se trata.” Dos: “ Que muchas cualidades son defectos y que muchos defectos o vicios son cualidades.” Tres: “La gente con pocas ideas está menos expuesta al error y sigue más de cerca lo que hace.” Lo saben en las oficinas de colocación: contratar a un doctor universitario para barrer conlleva muchos más riesgos. ¡Cuidado, entonces, con los talentos! Porque “es la ley de las simpatías y no la de las capacidades lo que hace que los hombres se presten o se nieguen ayuda.” Sirve más darle a la húmeda y las minucias que citas de Salomón. “La charlatanería es la mitad del arte de medrar” y “hay defectos que obran maravillas.”

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