¿QUÉ SERÁ DE NOSOTROS CUANDO MANDEN ELLAS?
(Un hombre será muy útil... en algunos casos)
El “no seas niña”, “los hombres no lloran” y “maricón el último”, dichos que la calle de nuestra infancia proclamó como axiomas sociales con que afrontar la vida, se hacen arcaicos. La mujer, con la “pata quebrada y en casa” está en puro desuso, por desaparición del referente. Todo cambia y ellas más o más aprisa.
Van en la ola delantera de la pleamar. Los hombres, de reojo, se notan, de pronto, más lerdos, menos confiados, torpes recientes incapaces de manejar con el aplomo y la soltura de los antiguos desdenes las situaciones enrevesadas y femeninas de Lope o Tirso de Molina. Es otra escena, y nadie sabe si serán hábiles dedos femeninos los que desatarán el nudo de esta parte de la historia, ni si serán ellas las que darán el tono al desenlace. Los viejos chistosos en la corrobla de amigotes o de los señoritos en el casino discuten ahora, apesadumbrados, junto a una barra de bar mientras ellas ríen escandalosamente, al parecer liberadas de los prejuicios de más lastre, sobre si ellas, mujeres más cultas, de superior nivel cultural, de mayor nivel económico, si le elegirán a él, cuándo y para qué y por cuánto tiempo.
Como toda revolución, la femenina/feminista tiene su lenguaje y su martirologio propio y ajeno: de momento, en los primeros años del milenio deja un campo de batalla plagado de cadáveres por ambos bandos... y no precisamente mortales de necesidad. No, hoy por hoy no nos cortarán las cabezas. Pero lo que sí saben es que los hombres están dejando huecos y ellas no parece que vayan a perdonar el detalle. Nos conocen como si nos hubieran parido.