PERIODISTAS: ¡MALDITOS BASTARDOS!
“Soy periodista de corazón. Es una profesión poco digna, pero me encanta”. Lo dijo Tom Wolfe en La hoguera de las vanidades, pero podía haberse referido al periodismo que se practica hoy una profesión mestiza en la que todo vale: periodistas guardaespaldas de las empresas a las que sirven y de las que cobran; periodistas al servicio de las ideologías y partidos políticos; periodistas subvencionados que claman contra las subvenciones; un imperio de mediocres en el que reinan los que callan, los que se adaptan, los que intrigan, La pérdida de poder de la prensa está provocada por el protagonismo de las empresas y el poder económico de un capitalismo canalla y depredador, mientras que los periodistas más influyentes de la democracia coinciden en lo fundamental: entienden la información como poder, no como servicio. Las nuevas tecnologías y una sociedad radicalmente distinta a la que causó esta crisis tendrán que “inventar” un nuevo periodismo que sirva a la libertad y a la democracia, el sacrosanto objetivo para el que nació.
Cuarta Puñeta
“¿Es todavía la prensa el cuarto poder, señor Ezcurra?”, le preguntaron al director de la revista “Triunfo” en cierta ocasión. “A principios de trasladarme a Madrid –respondió– asistí a una conferencia de don Francisco de Luiz y alguien le preguntó esto mismo. Él se quedó mascullando la pregunta: "¿Prensa, cuarto poder...?". Y soltó: "¡La quinta puñeta!". En aquel momento la prensa era mansa y dócil: consignas y censura previa. Ahora ya no es ni prensa, porque se ha convertido en grandes medios de comunicacióatrapados en el mercado financiero que es el poder más importante en estos momentos. Antes, a los grupos financieros no les interesaba invertir en prensa; ahora, si. “El poder es poder, porque no cuenta con nadie”, escribía recientemente el escritor Javier Marías en su artículo dominical de “El País”. “El escritor libre, el que no está relacionado con una opción política, no influye. Por eso hay que convertirse en peón, alfil o torre de un partido para influir: no como intelectual o como político, sino como infiltrado, por formar parte del aparato y del engranaje”.
Élites periodísticas
La omnipresencia de los medios de comunicación ha provocado profundas mutaciones en el funcionamiento de las democracias. Estos medios, definidores de una nueva época, eran hasta no hace muchos años poderosos resortes controlados, orientados e instrumentalizados por una minoría de periodistas, la élite periodística, cuyo eminente papel en el sistema democrático planteaba turbadoras interrogantes. En el libro “El poder de la élite periodística”, la profesora y periodista María Santos Sáinz trataba de explorar la connivencia y la complicidad ideológica o de intereses de la élite periodística con el poder político y económico, así como el grado de influencia de los periodistas de renombre sobre la clase dirigente y, en general, sobre la opinión pública.
Esas élites periodísticas formaban, desde el principio de la democracia hasta el advenimiento de la crisis actual, una “Nomenklatura” profesional, una minoría influyente situada en la cima jerárquica de los medios de referencia. Eran los generales o dirigentes de la información. Todos tenían en común su visibilidad mediática y su pluralidad estelar. Y también el arte de saber acumular posiciones muy visibles en prensa escrita, radio y televisión. Eran verdaderos estrategas que sabían dónde hay que moverse para evitar caer en el ostracismo. Siempre los mismos: los unos invitaban a los otros en sus tribunas, se citaban y autoproclamaban su poder. Funcionaban con una fuerte endogamia profesional a base de clanes, fidelidades, redes de sociabilidad y dictámenes de opinión. Algunos funcionaban por amiguismo, clientelismo político y económico, pero todo dependía de las ocasiones y lo que estuviera en juego. Pero, ante todo, servían al grupo que les empleaba y a las alianzas que promovía según sus intereses político-económicos. Todo quedaba en la familia. España, más que un país, era un clan de familias por el poder y del poder de controlar los medios de comunicación. Así daba gusto, porque, cuanto más se controle todo, menos podrá enterarse el pueblo soberano y pueden seguir haciendo lo que quieren.
Las batallas políticas y económicas se libran en los medios de comunicación, así que no es de extrañar que se hable del parlamento de papel. En nuestro país ha habido y sigue habiendo encarnizadas batallas entre grupos mediáticos, luchas no sólo por el dinero, sino por el poder; aunque, las más de las veces, el último trae al primero. Sin embargo, las leyes del mercado han cambiado sustancialmente. Por eso me parece importante añadir a las nuevas funciones del periodismo la de informar sobre la información. Es decir, el investigar, desvelar y revelar las equivocaciones de la práctica periodística. El fenómeno de la autocrítica y de la vigilancia de los medios debe salir del ámbito de las revistas especializadas y convertirse en una cuestión social. Como dice Bourdieu, padecemos la tiranía de los índices de audiencia. La información se ha convertido en una mercancía y los directores de los medios lucen un perfil más de manager que de periodista. Y el periodismo que se lleva responde a las estrategias del marketing redaccional (estudios de mercado sobre los gustos de los lectores, desvío a un periodismo más sensacionalista, etc.). La frontera entre prensa de calidad y la prensa sensacional se hace cada vez más difusa. Intereses económicos.
Crisis del Cuarto Poder
De lo que no hay duda es de que el llamado Cuarto Poder está en crisis. Exactamente desde el momento en que perdió la función que la sociedad le había asignado y reemplazó la verdad por la rentabilidad, la objetividad por el interés partidista, la razón por la servidumbre. Los despojos operativos y financieros en que se han convertido gran parte de los grupos de comunicación españoles son una consecuencia más de la ruptura, hace ya décadas, de la identificación entre la causa fundacional y la acción a desempeñar por el periodismo patrio, proceso de deterioro paralelo al que han vivido gran parte de las instituciones públicas que nacieron al calor de ese esfuerzo de renuncia colectiva que fue la Transición española. La actual coyuntura empresarial no es lo importante. El problema fundamental de muchos actores del sector es la pérdida de sus señas de identidad: la prostitución de sus principios y la renuncia a sus ideales. Alguno podrá argumentar que no hay relación causa efecto entre el deterioro intelectual de los medios de comunicación, al que acabamos de hacer referencia, y su debacle como negocio, al ser este último el resultado más bien de dos factores claramente interrelacionados, endeudamiento aparte: una caída salvaje de la publicidad y la irrupción de Internet como fuente recurrente e inmediata de información, lo que puede hacer que dicha merma de ingresos tenga carácter estructural y traiga consigo una reconversión de la industria que dejará muchos cadáveres por el camino. Porque ha sido la desmedida ambición económica y social de determinados personajes, y su creencia de estar por encima del bien y del mal, la que ha conducido a estructuras operativas y financieras absolutamente inviables en momentos no bajos sino medios de la coyuntura económica.
Digamos, en su descargo, que la crisis de la prensa es global y que está relacionada intimamente con la falta de anunciantes. Sin publicidad no hay prensa. En recesión, los anunciantes reducen los presupuestos de publicidad al máximo. Las agencias de publicidad y las centrales del medios también sufren la crisis. Internet también tiene gran parte de culpa de la situación. ¿Para que vas a pagar por noticias de ayer si tienes las actuales gratis y al alcance de un clik?. Ni las subvenciones públicas [como sucede en Cataluña con los medios adictos al poder nacionalista] pueden arreglar la situación de los periódicos con redacciones muy abultadas en periodístas y nóminas. ¿De qué sirven tantos periodistas en nómina y tantos y tan caros colaboradores sino se venden ejemplares?
Afirmaba el periodista Jesús Cacho en Vozpopuli.com que la crisis de los grupos de comunicación españoles “es un destello, una prueba, una manifestación más de esa otra crisis general y global: la crisis del sistema político que nos dimos los españoles a la muerte del general Franco. Unos a la sombra del Gobierno de turno, y otras a rebufo de la oposición, en espera de que el cambio de tercio nos permita hacer mañana los negocios que hoy hacen otros. Unos sirviendo de altavoces del Gobierno, y otros diciéndole al inquilino de Génova lo que tiene que hacer. O al menos intentándolo. Y siempre tratando de medrar”.
Otro testimonio, éste de los más lúcidos, es el de George Packer en el New Yorker: «La crisis en el periodismo es una crisis de negocio, que dura desde hace veinte años; los resultados siguen siendo muy inciertos. Los redactores y editores en revistas y periódicos viven en la perpetua aprensión, lo que lleva a que se desplome su confianza en su propio trabajo y tiendan a sobrevalorar las nuevas empresas digitales o a los nuevos ricos digitales propietarios de las viejas empresas. Es fácil tener la impresión de que la escritura profunda, extensa y atenta al detalle complejo –como intentamos desde hace dos años en este Newsletter– es, en cierto modo, la responsable de sus problemas. No lo es, pero frente a un futuro profundamente incierto se convierten, como dice Robert Stone en su novela “Banderas al amanecer”, en el ratón que se asustó tanto que fue a por el gato buscando amor. No debería sorprender del todo que el gato se gire y se los coma o, aún peor, les saque los ojos con un arañazo distraído”.
Hace muchos años que los grupos de comunicación hispanos dejaron de hacer periodismo a secas, para emplearse a fondo en operaciones de Poder susceptibles de afectar a la cuenta de resultados, haciéndose cómplices así del creciente deterioro del sistema de libertades. Su sometimiento al poder político corre parejo con su admiración por los poderes financieros. “¿Periodismo y negocios todo junto? Enredo seguro”, que diría don Manuel Azaña.
Prensa y poder financiero.
El sector financiero ha tenido siempre una gran influencia sobre los medios por una doble vía: mediante la contratación de publicidad -los bancos suelen encontrarse entre los principales anunciantes- y la concesión de créditos. Pero el reciente “boom” disparó la deuda de las grandes empresas de comunicación españolas y, ahora, como no pueden afrontarla, la banca se ha incorporado directamente a su capital. Y, así, en los Consejos de casi todos los grandes medios se sientan directamente consejeros del sector financiero. El Cuarto Poder ya no debe lidiar más con la presión del sector financiero: ya es directamente el sector financiero.
El periodista Miguel Ormaetxea firmaba recientemente un artículo titulado “El primer poder compra al cuarto poder” defendiendo la tesis de que el poder financiero es más fuerte que nunca tras la crisis financiera global, “por una de esas paradojas que ponen en evidencia las realidades más o menos ocultas del mundo”, escribía. “Tiene embridado al poder político y sus “puertas batientes” facilitan el paso de sus personajes de una esfera a la otra. Ahora se está adueñando de los medios de comunicación, aprovechando sus precios de derribo, con motivo de la transición digital. Las pérdidas de los medios son un “maná” dorado para ellos. La banca gana”.
Y enumeraba una serie de hechos. El fondo de inversión Berkshire, por ejemplo, capitaneado por Warren Buffet, compraba recientemente 63 periódicos de EEUU por 142 millones de dólares y el fenómeno se había acelerado desde entonces: Halifax compró 16 periódicos regionales americanos por 143 millones y el “Tampa Tribune” se vendía por tan solo nueve millones.
La vecina Francia es una adelantada en este tema: la casi totalidad de los más grandes grupos de prensa están controlados por el poder financiero e industrial. Hasta el irreverente e iconoclasta “Liberation” le debe la vida al barón Eduard de Rothschild. El ex periodista Jean Stern ha escrito un libro polémico (“Les patrons de la press national, tuos mouvais”) en el que no sólo pone en evidencia este hecho conocido, sino que va más allá y afirma que al poder financiero le viene muy bien el abisal hundimiento de la cuenta de resultados de los medios, ya que con frecuencia les sirve para un brillante ejercicio de optimización fiscal. Arnault, el multimillonario dueño del Grupo LVMH, compró el influyente diario económico “Les Echos” en 2007 por 240 millones de euros. El periódico perdió 113 millones ese año, 38 en 2008, 37 en 2009, 39 en 2010…La amortización ya está hecha, por la vía de la reducción de impuestos a los cuantiosos beneficios del Grupo LVMH. Además, mantener esos medios en respiración artificial, con pérdidas crónicas, les permite tener bien embridadas a las redacciones, dóciles y sumisas a golpe de despidos por la “procedente” causa de los “números rojos”.
A este lado de los Pirineos, el endeudamiento con la banca de los grupos de medios es bastante abrumador. Tras el reciente acuerdo, el Santander, La Caixa y el HSBC, tendrán más del 20% del Grupo Prisa en 2014 y la familia Polanco tendrá tan solo el 16%. La Caixa manda el lo que queda del Grupo Z y ha financiado , junto con BBVA, Santander y Sabadell, nada menos que 1.000 millones a Planeta; y la simbiosis va en doble dirección: los editores de La Vanguardia y La Razón son a su vez vicepresidentes de CaixaBank y el Banco Sabadell, respectivamente. En Unidad Editorial mandan las italianos de RCS, cuyo accionista destacado es Mediobanca. “Les jeux sont faits”.
¿Adiós a la prensa escrita?
Lo antiguo no ha muerto, ni probablemente vaya a morir del todo, y lo nuevo todavía no ha aparecido del todo. 'El tiempo del papel se cuenta en años, en muy pocos años. No creo que sobreviva más de una década', aseguraba Antonio Caño, director de 'El País', en una entrevista con la revista 'Jot Down'. Ejecutivos de esa casa sitúan ese umbral, en conversaciones privadas, claramente por debajo de los cinco. Otros grupos editoriales se plantean ya no enviar el diario a determinadas regiones, como una forma de ahorrar costes y probar si la fórmula puede ser incluso rentable por la vía digital. El botón de la cuenta atrás ya se ha apretado, con un nivel de incertidumbre brutal sobre la/s fórmula/s ganadora/s. Y el inmovilismo, válido hasta ahora con la coartada añadida de la crisis, no servirá ya para garantizar sueldos y planes de pensiones millonarios. Toca tirar del talento para salvar los muebles.
Juan Fermín Vílchez, periodista y autor de la obra “Historia gráfica de la prensa diaria española (1758-1976)”, afirma que la crisis de la prensa diaria impresa es una realidad creciente en las naciones más desarrolladas. Los expertos en comunicación social auguran un futuro inmediato donde desaparecerán numerosos periódicos legendarios, sobrevivirán muy pocas cabeceras para minorías lectoras adictas al papel y los medios digitales serán hegemónicos. En España, sin embargo, este horizonte es peor que en otros países a causa de los problemas económicos, sociales y políticos que padecemos.
No obtienen beneficios ni siquiera regalando junto al periódico películas o vendiendo productos de los bazares chinos. En consecuencia, los despidos laborales y los expedientes de regulación de plantillas proliferan en las redacciones. “El público lector huye de la prensa española tradicional porque ésta ya no es lo que fue, una referencia durante la Transición política en la defensa de la democracia y las libertades. Se ha perdido calidad y rigor en su elaboración, sobre todo desde que los periodistas más expertos fueron despedidos o jubilados prematuramente de las redacciones. Además, los máximos responsables de los periódicos no aciertan con los cambios que introducen en sus respectivos medios, principalmente rediseños gráficos, cuando intentan encontrar soluciones que detengan los descensos imparables en las difusiones”, dice.
Aquí estamos dando la espalda al llamado cuarto poder no sólo como consecuencia de las nuevas tecnologías de la información.
Las nuevas tecnologías ganarán la batalla en 2020 y la inversión publicitaria digital será superior a la impresa. Es difícil encontrar algún editor que hable de forma positiva sobre el futuro del sector. Lo cierto es que digital, se ha convertido en el término que domina las conversaciones y los editores están buscando nuevos modelos mediante la transformación de sus negocios para dirigirse a los nuevos lectores.
Sin embargo, de acuerdo con el nuevo Digital Consumer Publishing Forecast, informe a través del que se cuantifican las perspectivas de la industria de las publicaciones por parte de los consumidores de aquí a los próximos cinco años, a pesar del crecimiento experimentado en el consumo móvil y digital, el mundo del papel no puede ser subestimado. En 2020, los consumidores van a comprar libros impresos que complementarán con la lectura digital. Pero es en digital donde se encuentra el crecimiento siendo el móvil el principal motor de este cambio. Los editores deben seguir innovando en el espacio digital sin olvidar dar respuestas adecuadas a las cambiantes necesidades de los consumidores. Pero no pueden permitirse el lujo de abandonar la impresión.
Los otros periodistas
Otro frente de esta “debâcle” mediática lo componen cantantes, actores, deportistas y gentes de la televisión, que ocupan los primeros lugares del mundo en cuanto a su influencia sobre la opinión pública. No es extraño que esta nueva concepción del “poder” les haya convertido en protagonistas mediáticos tan altos que su cotización y caché se traduzca en sumas elevadísimas. Aunque los sueldos de los españoles cantantes, actores, deportistas, famosos y famosillos de la televisión no sean tan enormes como los que perciben las estrellas internacionales. Aquí el caché no suele llegar al de Steven Spielberg, Tiger Wood, Michel Schumacher, Paul McCartney o Tom Hanks. Las cifras astronómicas de los citados (que oscilan entre los 80 y los 250 millones de dólares, según los datos que anualmente ofrece la revista Forbes Global) no se pueden comparar con las de las “estrellas” de nuestro país. Pero una vez que se conoce que el sueldo medio neto mensual de un español apenas llega a los 1.500 euros y la percepción bruta media anual oscila entre los 18.000 y los 30.000 euros, sí que llama la atención el número de ceros que revelan los ingresos de nuestros famosos, bien sea en el deporte, el cine, la canción, el toreo y muy especialmente los medios de comunicación, y que van desde los 5 millones de euros anuales que se calculaban, con datos referidos a 2007, que podían ingresar los toreros Enrique Ponce o El Juli, hasta los más de 15 millones de Antonio Banderas por película, pasando por los 12 del futbolista Raúl González, los más de 9 del presentador televisivo Javier Sardá, los 8,5 del comunicador Luis del Olmo o los más de 6 de la periodista María Teresa Campos. Es precisamente en el mundo de la TV donde se han “disparado” los caché de forma más escandalosa y ofensiva, ya que se valora su cotización económica no tanto por la preparación y prestigio profesional de sus protagonistas cuanto por los escándalos de su vida personal o por las guerras de la competencia.
La prensa del corazón es especialmente popular en Europa, en el caso de España la prensa rosa tiene un público amplio, aunque también es criticada por su frivolidad. Ante la buena acogida de este tipo de contenidos, cada vez son más los medios generalistas que insertan en sus páginas noticias de este tipo. Las personas que aparecen en estos medios se llaman: famosos, personajes populares, personajes del corazón (realeza, aristocracia, actores, cantantes, deportistas, presentadores de televisión, personajes de la televisión, modelos, relaciones públicas, concursantes y frikis). “Encuentro que el mundo rosa formado en torno a personajes tan zafios y horteras es totalmente deleznable”, sentenciaba en cierta ocasión el cronista social Carlos García Calvo
¿Alguna solución?
Para los medios informativos y para los periodistas, el presente es muy problemático. La salida hacia el futuro, mas que incierta, parece inescrutable. Liberado del labertinto, el Periodismo podría realizar la pesquisa de "lo que está detrás" en la vida político-social.
El periodismo está intentando encontrar vías de salida a la crisis profesional y de modelo de negocio en la que está inmerso, y distintas cabeceras han anunciado en los últimos tiempos la puesta en marcha de iniciativas destinadas a garantizar su subsistencia. Para alcanzar ese objetivo, los diarios tienen que lidiar con un problema notable, como es el escaso valor de cambio que posee hoy el producto que ponen en el mercado. Según el informe “La pérdida de valor de la información periodística: causas y consecuencias”, realizado por Andreu Casero-Ripollés, profesor de la Universitat Jaume I de Castellón y miembro del think tank Grupo ThinkEPI, las noticias son una mercancía por la que los consumidores están cada vez menos dispuestos a pagar, especialmente en el entorno digital. Las razones que explican este deterioro en el valor del producto periodístico pueden resumirse, según el informe, en tres. demasiada oferta, pérdida de la confianza en el periodismo (una calificación media de 6,2 sobre 10) y la industria ha actuado de forma contraria a sus intereses. Para Casero- Ripollés, que la mayoría de los gestores de los medios no provinieran del sector periodístico está directamente relacionado con la falta de inventiva a la hora de encontrar soluciones y con la ausencia de visiones que contemplaran el medio plazo.
Generar nuevos modelos de negocio supone pensar de otra manera, pero no sólo a la hora de saber comercializar lo que se produce, sino a la de ofrecer un producto diferente. “Es absurdo pensar que el intercambio de declaraciones de los principales líderes políticos en que se ha convertido buena parte del periodismo actual va a encontrar un lector dispuesto a pagar, salvo quizá la propia élite política". En esa tesitura, se impone dar un giro y pensar si la información que se difunde realmente conecta con los intereses mayoritarios del público y si no sería necesario regresar a otros modelos periodísticos. Para Casero-Ripollés, “es imprescindible pensar que el primer referente es el público, y no el periodista y sus intereses”.
Para Andrew Rashbass, de The Economist, la fórmula es coger lo mejor de la prensa tradicional y de la digital. “En cinco años”, pronosticó, “la prensa impresa reducirá su circulación significativamente”. Y allí estarán las tabletas para tomar el relevo. Pero lo importante para el éxito comercial de cualquier publicación, en su opinión, será mantener la independencia y ofrecerle al lector un producto con valor, relevancia y diferenciación. “Nos aferramos al medio impreso porque nuestra visión de lo que es posible es menos pesimista que la de otros”, aunque admitió que en de 25 años “la impresión masiva en papel va a sonar a dinosaurio”.
El papel está sentenciado, es indudable, pero la clave es la calidad. Si no hay calidad, no hay periodismo. Por eso el problema es más que el papel. La televisión (los servicios informativos) son regulares y la radio igual. No hay más que ver algunos telediarios privados en España, llenos de sucesos y sociedad acallando las noticias verdaderamente importante. Eso también es calidad. Las radios, creadoras de las tertulias, exhiben programas llenos de las mismas, lo que demuestra poca imaginación. Y todo esto sucede por varios motivos como la pérdida de masa laboral (un buen periodismo necesita plantillas justas, no remiendos) para cubrir algo tan vasto como el mundo informativo. Esta carencia resulta clamorosa en los medios locales. Luego también está la poquísima exigencia ciudadana que premia, a menudo, más productos flojos que buenos. Tampoco conviene olvidar lo poco que arriesgan los dueños de los medios de comunicación, el salto digital se hará mal porque se hará tarde por falta de previsión. Y no hay que olvidar, por último, la escasa independencia del periodista. Negro panorama, muy negro.
La verdad os hará libres
Los poderes fácticos y la crisis económica han matado a Kapuscinski. El reportero polaco decía que “el verdadero periodismo es intencional… Se fija un objetivo e intenta provocar algún tipo de cambio. El deber de un periodista es informar, informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia. Buscar y pregonar la verdad”.
¿La verdad? “¿Qué es la verdad?” preguntó Pilatos, cuando Jesucristo fue sometido a juicio delante de él. La verdad es objetiva, imparcial y no partidista. Habla lo mismo a todas las personas en todos los lugares. La verdad nunca habla de ambos lados de su boca. Nunca le da por su lado a la multitud. Nunca dice una cosa a una persona y otra cosa a otra. La verdad se dirige a todas las personas por igual cuando se topa con ellas. Del mismo modo, la verdad tiene un poder sobrenatural. Jesús había dicho: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. Kalil Gibram escribía: "Seréis, en verdad, libres, no cuando vuestros días estén libres de cuidado ni vuestras noches de necesidad y pena. Sino, más bien, cuando esas cosas rodeen vuestra vida y, sin embargo, os elevéis sobre ellas desnudos y sin ataduras. Y, ¿cómo os elevaréis más allá de vuestros días y vuestras noches a menos que rompáis las cadenas que, en el amanecer de vuestro entendimiento, atasteis alrededor de vuestro mediodía? En verdad, eso que llamáis libertad es la más fuerte de esas cadenas, a pesar de que sus eslabones brillen al sol y deslumbren vuestros ojos."
Pero la realidad se impone y el abismo se abre a nuestros pies. No tiene desperdicio parte del discurso de John Swinton, en la fiesta de su despedida, pronunciado inmediatamente después del brindis: “No existe lo que se llama prensa independiente, a menos que se trate de un periódico de una pequeña villa rural. Vosotros lo sabéis y yo lo sé. No hay ni uno solo entre vosotros que ose expresar por escrito su honrada opinión, pero, si lo hiciera, sabéis perfectamente que vuestro escrito no sería nunca publicado. Me pagan 150 dólares semanales para que no publique mi honrada opinión en el periódico en el cual he trabajado tantos años. Muchos, entre vosotros, reciben salarios parecidos por un trabajo similar… y si uno cualquiera de vosotros estuviera lo suficientemente chiflado para escribir su honrada opinión se encontraría en medio de la calle buscando un empleo cualquiera, exceptuando el de periodista. El trabajo de periodista de Nueva York consiste en destruir la verdad, mentir claramente, pervertir, envilecer, arrojarse a los pies de Mammón, vender su propia raza y su patria para asegurarse el pan cotidiano. Vosotros lo sabéis, y yo lo sé; así pues, ¿a qué viene esa locura de brindar a la salud de una prensa independiente?. Somos las herramientas y los lacayos de unos hombres extraordinariamente ricos que permanecen entre bastidores. Somos unos polichinelas; ellos tiran de los hilos y nosotros bailamos al son que ellos quieren. Nuestros talentos, nuestras posibilidades y nuestras vidas, son propiedad de otros hombres. Nosotros somos unos prostitutos intelectuales”.
Matías Antolín, un freelance del periodismo de la vida y de la prensa, un lobo estepario, un “maudite” a la vieja usanza existencialista, un iconoclasta, un “outsider”, se sinceraba a sí mismo antes de partir definitivamente hacia las estrellas. “Los periodistas tenemos mala prensa. Hay mucho cagatintas, mucho soplamicros y demasiados colegas que hacen un periodismo más amarillo que la hepatitis B. Siempre he vivido más para el periodismo que del periodismo. Conociéndome como me desconozco, quizá sea un ciudadano dentro de toda sospecha. Digo lo que pienso. Caiga quien caiga, aunque sea yo. He de tener cuidado con quien me guiña un ojo (podía estar apuntándome). Practico todos los géneros periodísticos, menos la adulación. No estoy ni con los que mandan ni con los que obedecen, si acaso con los que luchan por la libertad de expresión. Quizá los que me hacen sufrir no sean tan malos. Acaso los que no piensan como yo, no sean unos canallas. Tal vez los que no discurren como yo no sea unos ignorantes. Seguro que los que tienen más éxito que yo, quizá se lo hayan merecido. No sigo. Corro el peligro de convertirme en un hombre bueno”. Que así sea.