El perfumista Pedro de Leana que revolucionó el sector hace unos años al crear el perfume personal del presidente norteamericano Obama, se marca ahora un nuevo reto al lanzar su personal homenaje a la isla alicantina de Tabarca. Se trata de TABARCA 1760, un aroma para el que ha utilizado hasta 42 esencias y componentes olfativos que condensan la historia y el aroma de esta isla única.
“El olor del Mediterráneo –explica Pedro de Leana, conde de San Jorge y propietario del balneario Leana en Fortuna (Murcia)– de esas olas que chocaban en los barcos que surcaron la distancia entre la ciudad de Alicante y Tabarca, en los que 69 familias de origen genovés,niños, esposas que habían sufrido, hombres ya curtidos en el mar, que trataban de recuperarse de los estragos de un cautiverio a manos de los corsarios tunecinos, que habían asolado la isla de Tabarka en la costa del país africano, patria de los genoveses, y que los habían convertido en esclavos, es uno de los aromas que acompañan desde entonces, y para siempre, a la historia de Tabarca. Ese olor especial, junto a las raíces y genes italianos son las bases del Tabarca 1760”.
El chispeante toque de geranios, naranjas y mandarinas verdes de la región de Liguria, cuya capital es Génova, la ciudad de origen de todos los tabarquinos, le da carácter a este perfume que entronca con lo mejor del espíritu genovés. El nuevo perfume está siendo presentado en estos días y ya se puede adquirir en la tiendas exclusivas de Leana, Tabarca y Torrevieja y, próximamente, en otras perfumerías del litoral mediterráneo. Existen seis versiones, como Liguria, que es la variante viva, fresca y sensual de la fragancia TABARCA 1760, que engloba lo mejor del espíritu isleño en su ansía de superación en duras condiciones, o Llop Mari, que lleva el nombre de la cueva marina tabarquina del Llop Mari y es la variante mas fresca y ozónica, con olor a mar y algas, del perfume. Las 100 primeras botellas del perfume de Tabarca, en cada una de sus seis variantes, tendrán un certificado especial numerado y sellado para aquellos afortunados que las posean. En él se inscribirá su nombre y el número de la botella adquirida.
Una isla sorprendente
La isla de Tabarca tiene apenas 1.800 metros de longitud y 400 de anchura, pero es un micromundo de castillos, murallas y casas históricas, calas fascinantes y un festival de vida marina en un mini archipiélago 240 veces más pequeño que la isla más pequeña habitada de las Baleares. De los más de 1.000 habitantes que había hace cien años se ha pasado a los 61 que dice el censo de 2012, aunque en la práctica son poco más de una decena los que viven todo el año... junto a unas docenas de gatos. Los tabarquinos se marcharon por la dureza del invierno, la falta de oportunidades o la desventaja competitiva a la hora de vender lo que pescaban. Al igual que para cualquier necesidad básica tenían que desplazarse, ya fuera hasta la lonja de Santa Pola o a la de Alicante, para luego volver. Con el tiempo, estos pescadores se ahorraron el viaje y se mudaron a vivir estos lugares.
Hoy la isla es visitada por más de 3.000 turistas cada día en verano, pero apenas quedan ya marineros en la isla. Pese a ello, el edificio de la Cofradía de Pescadores permanece inmaculado en la Plaza Carloforte. Su fachada es blanca y su puerta y sus ventanas de color azul. Así son muchas casas en Tabarca: blancas y azules. Como también muchas tienen un cartel encima de su puerta que pone el nombre de sus propietarios. Todas ellas están dentro de la muralla que se construyó en el siglo XVII cuando, junto a las familias genovesas, se instaló un destacamento militar para poder defender Tabarca de posibles ataques.
La Tabarca española, es ligeramente mayor que la Tabarka tunecina. Lo primero que llama la atención del archipiélago tabarquino es que parece un inmenso portaaviones en medio del mar, y su iglesia –desproporcionada en tamaño para la diminuta población– parece el puente de mando del buque. La isla se denominaba Planesia –o isla Plana– en la antigüedad y es uno de los lugares míticos que cita Plinio en su obra geográfica como parada de Ulises. Pero Tabarca ¬–que en realidad se llama Nueva Tabarca– no se fundó hasta la década de 1760, cuando unos 300 italianos genoveses, cautivos en la isla tunecina del mismo nombre, fueron liberados por Carlos III, y llevados al lugar para defender la costa de los corsarios y establecer el primer núcleo estable de población.
Sus aguas y fondos son únicos, y cuenta con la primera reserva marina de España. El Carrer del Mig, es la Quinta Avenida de Tabarca, pero... sin coches. Pasear por esta calle pavimentada de guijarros, y contemplar toda la costa española al fondo, te traslada a otra época. La iglesia de San Pedro y San Pablo preside el lateral de la muralla que emerge sobre el mar directamente. Algunas vistas en Tabarca son dignas de un cuento de corsarios y piratas. En medio del campo, alejado de la ciudad, y como la residencia del príncipe encantado de esta mini nación de cuento, que es el reino marino de Tabarca, el castillo de San José se impone sobre los acantilados del campo tabarquino. A destacar la labor de José Manuel Pérez Burgos al frente del Museo de Tabarca. Esta es una labor en silencio, callada pero efectiva, de un espíritu inquieto, pero que sobre todo ama la isla y su concepto de unicidad en el Mediterráneo.
La ciudadela de Tabarca está rodeada de colosales murallas levantadas en 1760 durante una década. El mar es su frontera natural, y esta ciudadela de diseño renacentista e inspirada por el Conde de Aranda y bajo el auspicio del rey Carlos III era parte de un proyecto mucho más colosal. Así es, en una época el proyecto llegó a ser tan ambicioso que incluía un palacio para el monarca. Tabarca hubiera sido un Mónaco de haber sido terminado tal proyecto, pero... el proyecto nunca se acabó.
Las gaviotas rodean todo el año la isla de Tabarca. Dentro del conjunto de islotes que conforman el mini-archipiélago, existe una, La Cantera, que es la mas occidental, y donde se encuentra la mayor concentración de nidos de aves de la isla. Entre ellas, gaviotas y cormoranes. La Cantera recibe su nombre porque de ella se extrajo la piedra arenisca para construir la muralla de la ciudadela, las construcciones monumentales y las casas de la población.