El dinero nos cambia, aunque a algunos más que otros. Un antropólogo americano, Larry Samuel, ha estudiado a los ricos y explica las cinco tipologías de personas adineradas que existen en el mundo en el libro 'Rich. The Fall of American Wealth Culture' (Amacom). El autor ha explicado en 'Psychology Today' que, después de pasar años investigando con las herramientas de la antropología clásica los usos y costumbres de los ricos estadounidenses, ha llegado a la conclusión de que existen cinco tipos de ricos, que sólo tienen una característica en común: su capital es, por lo menos, de cinco millones de dólares:
¿Cómo vivirías si fueras rico? El dinero no hace la felicidad, pero con él cada uno la busca a su manera. Un investigador estadounidense, Larry Samuel, estudió a los millonarios del mismo modo que Claude Levi Strauss analizó a los aborígenes del Mato Grosso. Samuel es un antropólogo de ricos que investigó las conductas de los ricos en sus hábitats naturales.
Las conclusiones sobre sus hábitos indican que para ellos no todo es cuestión de cuánto se tiene; en cambio, importa mucho cómo se lo gasta y el estilo con qué se lo gasta. Las oportunidades de ostentar sus compras son muchas y muy diferentes, y los millonarios ya no se conforman como antes con una aburrida rutina de casoplones, Ferraris y noches de ópera.
Durante mucho tiempo nos hemos limitado a trazar la línea entre los nuevos ricos y los viejos, es decir, entre aquellos que habían obtenido su fortuna por sus propios medios y los que la habían heredado. Esta división solía referirse también a sus hábitos y costumbres: más hedonista y excéntrica en el caso de los nuevos ricos, más conservadora e inmovilista en el otro caso. Sin embargo, el siglo XX ha propiciado la aparición de nuevas culturas de la riqueza, como afirmaba el escritor Lawrence Samuel en su libro.
Para Samuel, el nuevo rico nace en la década de los años 20 a imagen y semejanza de John D. Rockefeller. Ya no tiene que ver con la vieja aristocracia inglesa, sino que representa los “ideales de democracia y meritocracia” americanos, como señalaba una reseña del libro publicada en 'The Wall Street Journal'. A ellos pronto se les añadirían los ricos de la “nueva economía” de los medios de comunicación y los “Grandes Magnates” del petróleo, así como los “millonarios de traje gris” que dirigían la mayor parte de empresas y vivían de manera anónima en los suburbios.
El principal cambio de valores durante la segunda mitad del siglo XX vino de mano, paradójicamente, de la contracultura, que “estimuló el consumismo hedonista a costa de la moralidad puritana”. El último paso en la escala ha sido la revolución tecnológica de Silicon Valley, que volvía a recuperar el sueño puramente americano de enriquecerse a partir de la meritocracia. Con ellos se cierra el círculo, afirma Samuel, puesto que recuperan la visión de la filantropía de Rockefeller aplicando los últimos métodos empresariales.
Cinco clases de supermillonarios
Samuel clasificó a los millonarios en cinco arquetipos, cada uno con sus hábitos de consumo y estilos particulares:
1. Exhibicionistas o Thrillionarios. Habitualmente se trata de gente insegura que les gusta demostrar lo que compran. Son consumidores compulsivos, sedientos de exclusividad, de objetos distinguidos y de un estilo de vida de primera clase como para recordar constantemente su status y su éxito. Una figura clásica de este arquetipo es el estadounidense Donald Trump, aunque en la Argentina el trono de esta categoría lo comparten Diego Maradona o Roman Abramovich.
Su lema sería “el dinero está para gastarlo”. El acceso a una gran cantidad de ingresos les permite disponer de recursos para experimentar todo lo que deseen. Los caprichos no son excepcionales, sino que su estilo de vida es una expresión de su riqueza las 24 horas del día los siete días a la semana. Así visto, podría asemejarse a la imagen que existía de los “nuevos ricos” que no se adaptaban a los principios de la aristocracia acaudalada sino que no tenían ningún reparo en exhibir, y aprovecharse, del dinero que habían ganado. Su nombre proviene de “thrill”, es decir, “emoción”.
“Para ellos, la riqueza es un medio para la privacidad, la exclusividad, el placer y las experiencias muy memorables”, explica Samuel. En muchas ocasiones, los más ricos de los ricos encajan en este perfil; sin embargo, para el autor, a nivel de valores, aún son unos principiantes. ¿Qué clase de celebridad podría encajar en esa lista? Quizá, si miramos la esfera internacional, Roman Abramovich, célebre no sólo por haber invertido gran parte de su dinero en el Chelsea, sino también por ser el dueño del Eclipse, el yate privado más caro del mundo, con una superficie habitable de 6.000 metros cuadrados y un precio de 500 millones de euros.
2. Millonarios cool. Estos ricos no trabajan en campos creativos, pero ven a la creatividad como la esencia de su vida. Ellos convierten su efectivo en arte fino, arquitectura cool y donaciones artísticas. El dinero es , en palabras de Samuel, una “oportunidad de expresar su status como persona refinada y sofisticada.”
Al igual que los 'thrillionarios', no tienen ningún reparo en gastar su dinero. Pero en su caso, este es un camino hacia una vida más refinada y sofisticada que exprese su estilo de vida y estatus en cada uno de los aspectos de su existencia. La estética, para ellos, es “la esencia de la vida”. Ello provoca que en muchas ocasiones muestren interés por el arte o la cultura, a veces participando como mecenas. Quizá sea un perfil mucho más común en el pasado, cuando los miembros de la aristocracia más culta se convertían en los valedores de las figuras emergentes de la industria cultural, pero hoy en día quizá puedan encajar en este grupo figuras relacionadas con el mundo del arte como Carmen Cervera.
3. Realistas o Pragmáticos. Prácticos y cultores del bajo perfil, esta gente hace lo imposible por escapar a las portadas de los diarios. No le gusta gastar dinero en forma innecesaria, “para ellos sólo se justifica derrochar en cosas que les importan a ellos”, escribe Samuel. Tienen una afinidad para los artículos muy caros, pero no porque les den status, sino porque siempre les gusta tener lo mejor.
Para ellos, el dinero también es un medio para conseguir un objetivo; sin embargo, muy diferente al de sus afortunados compañeros: ser ellos mismos. Aunque no tienen ningún reparo en gastar el dinero necesario para disponer de algo que desean (una gran casa, un buen coche), también evitarán gastarlo en algo que realmente no necesitan y que sólo habrían adquirido por una cuestión de estatus. La cantidad ingente de dinero que poseen es, en palabras de Samuel, “un indicador de su estatus como una persona de un sentido común poco común”. Un juego de palabras que viene a decir que probablemente son gente normal que, por su talento, esfuerzo o suerte, han conseguido forrarse.
En este grupo encajarían las celebridades con los pies en la tierra que, como ocurre con algunos deportistas, músicos o actores tipo Antonio Banderas, no han permitido que el dinero cambie su vida, pero sí que se la facilite.
4. New age. Adoran la medicina alternativa y pagan una fortuna para consultar a un gurú new age. Buena parte de sus gastos se destinan a verse saludables y mantenerse en forma.
Para estos amantes del “well-being” (bienestar), el valor más importante es su bienestar. Estar en buena forma, cuidarse, hacer deporte y comer bien ha pasado a ser una señal de estatus entre los más ricos, que ya no se reúnen en restaurantes, clubs nocturnos o en sus mansiones, sino en clubs deportivos o gimnasios. En muchos casos, estos millonarios encuentran su inspiración en la filosofía oriental. El equilibrio entre cuerpo y mente es lo más importante, así como el respeto al planeta. Hoy en día, la mayor parte de millonarios encajan parcialmente en este grupo: si les gusta el 'running', intentan alimentarse de manera sana y no parecen demasiado viciosos, pueden ser uno de ellos perfectamente.
5. Filántropos o Willionarios. Esta gente reconoce su privilegio y responsabilidad por dejar un mundo mejor del que encontraron. Algunos encaran causa sociales, otros se interesan en dejar un legado o en ayudar a los pobres.
Aquellos que se centran en “el privilegio y la responsabilidad de intentar convertir el mundo en un lugar mejor”. Hoy en día es raro el multimillonario menor de 50 años que, en un momento u otro, no haya decidido destinar gran parte de su fortuna a una obra de caridad, con Bill Gates a la cabeza. Tienen “la determinación de devolver lo que tienen, y al hacerlo, marcar la diferencia y ser recordados, viendo su riqueza como una manera de decirle a los demás y a sí mismos que la vida debe tener un propósito y un significado”.
Recientemente han salido a la luz dos casos que, quizá, podrían reflejar bien el lado oscuro de estos filántropos del siglo XXI: el de Mark Zuckerberg, cuya donación de la mayor parte de su fortuna puede haber sido menos desprendida de lo que parece, y el de Dan Price, cuya decisión de subir el suelo de sus empleados a 65.000 euros puede haberse originado como una venganza.