Por tercera vez en lo que va de año, la Cámara Hispano-Portuguesa (CHP) reunió a sus socios e invitados en un almuerzo con un invitado de lujo, el embajador español Jorge Dezcallar. Sus predecesores en las convocatorias de este año no fueron menos ilustres: el Presidente de la República de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, y Luis Linde, Gobernador del Banco de España. “Nuestra intención –explicó el presidente de la CHP, António Calçada de Sá, durante su presentación– es seguir ampliando formatos y contenidos, y nada mejor que la presencia hoy de un personaje relacionada con la política internacional y la acción activa, como es la de Jorge Dezcallar”.
“Cuando nos consideramos en un mundo tan global y tan cambiante en el que la economía y la geopolítica van más que nunca de la mano, cuando soñamos con una Europa de las Naciones más fuerte y potente y al mismo tiempo tenemos que sufrir la salida de Inglaterra y el Brexit con todos sus impactos, cuando decimos que necesitamos una Europa más competitiva y todavía no sabemos cuál va a ser la hoja de ruta de Donald Trump, cuando el terrorismo y la emigración están provocando tensiones internas que pueden llevarnos a resultados electorales inesperados, por todo ello pensamos que lo más importante es tener una visión global de alguien que vive, o vivió, en primera persona muchas de estas tensiones tan presentes en el orden mundial al que pertenecemos”.
El curriculum del orador no es para menos: Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, Jorge Dezcallar se incorporó a la carrera diplomática en 1971 y pasó por los destinos de Polonia, Consulado General de España de Nueva York, Consejero en la Embajada de Uruguay, funcionario de prestigio en los Gobiernos de Calvo Sotelo y Felipe González, fue Director General de Política Exterior para África y Oiente Medio en el Ministerio de Asuntos Exteriores, jugó un papel muy importante en la organización de la Conferencia de Paz de Madrid de 1991, de nuevo embajador de España en Marruecos, Director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), embajador en la Santa Sede y consejero internacional de varias empresas antes de terminar su carrera como embajador en Whasington en 2008. Una experiencia viva avalada con todo clase de honores y condecoraciones.
Discurso de Jorge Dezcallar
El orador, que inició su exposición confesándose muy ibérico, “ya que paso gran parte de jubilado entre Lisboa y Mallorca”, se refirió a los ejes que explican la evolución de la geopolítica en estos principios del siglo XXI. “Si hay un elemento definitorio de lo que está pasando –dijo– es una aceleración brutal del tiempo histórico. Nos hemos pasado miles de años navegando a vela, 200 años a vapor y sólo pasaron 66 años desde que Lindberg voló unos metros por encima del suelo hasta que Armstrong llega a la luna. Me impresiona mucho pensar que entre Keops y Cleopatra pasa más tiempo que entre Cleopatra e internet. Los que estamos aquí hemos visto a la población del mundo duplicarse durante su espacio vital: el mundo llega a mil millones de habitantes en la época de las campañas napolónicas y en los últimos 45 años hemos pasado de 3.500 millones de habitantes a 7.200 en la actualidad. Están pasando las cosas muy rápidamente, como se ve”. Y citó la frase de Toynbee: “el polvo que levantan los caballos de la historia no nos dejan ver con claridad lo que está pasando”.
Pasan muchas cosas y al mismo tiempo, añadió. “Kissinger decía que había construcciones político-diplomáticas que auguraban tiempo: las dos guerras mundiales hasta la caida del muro de Berlín y el final de la guerra fría. Era un mundo de certezas, sabíamos quiénes eran nuestros amigos y enemigos, un mundo bipolar hasta que llegó Fukuyama y puso fin a la historia. El ataque a las Torres Gemelas en 2001 hizo que los americanos descubrieran que son vulnerables en su propio territorio y a los demás que viéramos las cosas de otra manera. El problema de hoy son los enemigos asimétricos, que podemos destruir pero que son sabemos muchas veces dónde están”.
La tesis del embajador Dezcallar es que, en estos momentos, asistimos al fin de un ciclo histórico, que vivimos un momento complicado en el que las reglas establecidas se discuten, abriéndose un vacío de poder que produce inseguridad a nivel general. “No sé si vamos a peor, pero sí nos encontramos en un período de incertridumbre”. Y citó los que, para él, son los tres grande elementos determinantes de esta incertidumbre: “el proceso de introspección que viven los EEUU, la decadencia de Europa y, tercero, la emergencia de unos actores que entran con fuerza en el gran teatro del mundo calderoniano. Un contexto general que produce riqueza y niveles altos de vida, pero también altos niveles de desempleo, probreza y desigualdades, en medio de una crisis interminable, con un cambio climático incuestionable, proliferación de armas nucleares, terrorismo, pandemias... Y sobre todos estos elementos inquietantes, el crecimiento poblacional disparado, las nuevas tecnologías y una influencia excesiva y preocupante de la economía sobre la política”.
1. EEUU
Sobre el repliegue de EEUU sobre sí mismo, Dezcallar destacó el cansancio de la sociedad americana después de tantas guerras que no ganan y no se consiga que el mundo sea más seguro. “Se han gastado tres billones en su política exterior, cuando los podían haber dedicado a crear empleo u otras acciones más rentables. Obama se dio cuenta de ello y llegó con un programa claro de repliegue de tropas; pero el deterioro de su nivel de vida y la frustración de la clase media han forzado la victoria de Trumpo. Y hay que tomarle en serio, porque está hacendo lo que quería hacer”. “Donald Trump –aclaró– no llega precisamente con una maleta llena de ideas, sino con pocas ideas fijas: mucha insistencia en el proteccionismo, ha creado muchas dudas sobre los grandes temas internacionales, no le gusta la UE, tiene dudas sobre la OTAN, demuestra una especial simpatía peligrosa por Putin; y, a la contra, ha aumentado un 7% en seguridad, un 10% en defensa y disminuido las partidas sociales, la cooperación internacional, la sanidad... El interés nacional por encima de todo, no en vano EEUU tiene el 4% de la población mundial, el 24% del PIB mundial y el 40% del presupuesto military del mundo. Es el centro del sistema mundial financiero, de la revolución tecnológica, un poder militar muy fuerte, la música, el ocio rentable...¡Vamos a ver qué pasa!”.
2. CRISIS DE EUROPA.
“Europa cuenta con el 9% población, el 21% PIB mundial, el 15% comercio y el 50% del gasto social mundial, lo cual no deja de ser un gran problema. Europa vive aprisionada por costes de energía más barata en Africa y USA, altos costes sociales (una sociedad del bienestar envidiada, pero inmersa en una cierta crisis existencial), un proceso de convergencia norte-sur y este-oeste, con carencias en política exterior, energética, de defensa, y todo ello agravado por una feroz crisis de refugiados que no hemos sabido manejar bien, rodeada por problemas de nacionalidades y atrapados en una crisis de bajo crecimiento e inflacción, alto desempleo y poca inversión. Como se ve, todo mejorable. En este contexto tan problemático, los populismos plantan su raiz última en una reacción defensiva con la aparición de insolidadaridades (Brexit), xenofobias, partidos extremos... En definitiva: búsqueda de soluciones nacionales a problemas que son globales”. “Juntos –añadió Dezcallar– podemos enfrentarlos y encontrar soluciones; si no, seremos más irrelevantes en un escenario tan complejo, lo que afectará a nuestro nivel de vida. La gente nos ve – a Europa– como un museo, lleno de gente amable y lugares bonitos, pero incapaces de dar una dentellada cuando hace falta o defender nuestros intereses. Estamos obligados a pensar que toda crisis es una oportunidad y que, tras las elecciones pendientes, tendremos que tomárnoslo en serio y afrontar los grandes problemas en busca de geografias más adaptables. La Europa del Sur hará bien en coordinarse, como lo ha hecho recientemente con la reunión en Lisboa”.
3. NUEVOS ACTORES
En los años 60, EEUU, Europa y Japón tenían el 70% del PIB mundial, hoy apenas pasan del 50%. En 1992 el G7 tenía el 68% del PIB mundial, hoy está en apenas el 50%, por eso se tuvo que inventar el G20. En 1975 Francia tenía una economía doble de la de China, hoy tiene un 25% de la de China. Todo esto demuestra que no sólo está cambiando la situación económica en el mundo hacia Asia-Pacífico, sino que están apareciendo países con protagnomismo y valores diferentes, procedentes de otras culturas con base a otras creencias y costumbres. En estos momentos no se podría adoptar por conseso la Declaración Universal de Derechos Humanos. Los nuevos actores quieren un reparto diferente del pastel, otro protagonismo frente a los que están sentados a la mesa. Cualquier país grande que entra en la historia, require su tajada”.
¿Qué podemos hacer?
“En este contexto, hay tres elementos que tienen mucha importancia: el primero, el crecimiento de la población. En 1850 la edad media de vida era de 48 años y en el 2050 va a ser de 77 años. Somos mas longevos, más urbanos, más ricos, más cosmopolitas. Todos quieren ser clase media, lo que supone más costes de sanidad, educación y pensiones, con la consiguiente presencia de transformaciones, migraciones, crecientes desigualdades. Las zonas más envejecidas, caso Europa, lo pasarán mal”.
“El segundo elemento es el de la tecnología: más libres, pero más vigilados. Aconsejo tomar muchas precauciones respecto a este tema. Esta revolución tecnológica provocará desigualdades, crecimiento y desempleo al mismo tiempo, alternando las reglas del juego democrático y dando más poder al individuo frente al Estado, mientras que el ciberterrorismo cambiará la percepcón de seguridad y desconocemos aún los límites de la inteligencia artificial”.
“El tercer elemento se refiere a la influencia progresiva de la economía sobre el poder político, con la pérdida de importancia de los costes sociales, problemas de legitimidad democratica, transparencia y de democracia. Demuestra la pérdida de atractivo que tiene la democracia últimamente, aumentando los populismos autoritarios (Hungría, Venezuela, Filipinas, Turquía..), lo que se llama democracia iliberal. Estamos obligados a reinventar la política, con partidos más proximos a la gente”.
“¿Qué va a pasar?”, se pregunta, tras este panorama, el orador. “Davos ha marcado tres objetivos para este año: consolidar el crecimiento económico, combatir las desigualdades y afrontar la cuarta revolucion industrial. Creo firmemente que estamos asistiendo claramente al fin del dominio occidental; hay otros valores, algunos de ellos menos dignos que los actuales. Por eso, en el futuro, tenderemos a unirnos a los valores occidentales y a Latinoamérica, nuestro espacio natural. Vamos de un mundo multilateral –democracia liberal, economía de mercado– basado en cooperación internacional e instituciones fuertes, a un mundo multipolar, caracterizado por la competencia entre Estados en tensión constante entre ellos”.
“Hasta que se se asiente el nuevo modelo –finalizó– tendremos una época de inseguridad e incertidumbre. Ése es el mundo que estamos viviendo ahora. Lo digo con suma humildad; como dicen los viejos funcionarios, se cuentan fechas y cifras, pero nunca juntos. Y termino con una frase muy gráfica de Winston Churchill: “Yo tengo diez ideas nuevas cada día, y de ellas sólo una es buena. Pero mi problema es que no sé cuál de ellas es?”.