La destitución de Pedro J. Ramírez como director del diario “El Mundo” cierra simbólicamente una etapa en la que la prensa ejerció un poder que ya no tiene. Las nuevas tecnologías y una sociedad radicalmente distinta a la que causó esta crisis, tendrán que “inventar” un nuevo periodismo que sirva a la libertad y a la democracia, el sacrosanto objetivo para el que nació.
“¿Es todavía la prensa el cuarto poder, señor Ezcurra?”, le preguntaron al director de la revista “Triunfo” en cierta ocasión. “A principios de trasladarme a Madrid –respondió– asistí a una conferencia de don Francisco de Luiz y alguien le preguntó esto mismo. Él se quedó mascullando la pregunta: "¿Prensa? ¿cuarto poder...?". Y soltó: "¡La quinta puñeta!". En aquel momento la prensa era mansa y dócil: consignas y censura previa. Ahora ya no es ni prensa, porque se ha convertido en grandes medios de comunicación. Mi punto de vista coincide con algunos tratadistas, que consideran que el mercado financiero es el poder más importante en estos momentos, y el segundo es el de los medios de comunicación. Y entiendo yo que ese segundo poder, por lo general, tiene alguna comunicación con el primero. Antes, a los grupos financieros no les interesaba invertir en prensa; ahora, sí”. La historia, como se ve, se repite. “El poder es poder, porque no cuenta con nadie”, escribía recientemente el escritor Javier Marías en su artículo dominical de “El País”. “El escritor libre, el que no está relacionado con una opción política, no influye. Por eso hay que convertirse en peón, alfil o torre de un partido para influir: no como intelectual o como político, sino como infiltrado, por formar parte del aparato y del engranaje”.
ÉLITES PERIODÍSTICAS
La omnipresencia de los medios de comunicación ha provocado profundas mutaciones en el funcionamiento de las democracias. Los actuales medios de comunicación, definidores de una nueva época, han sido poderosos resortes controlados, orientados e instrumentalizados por una minoría de periodistas, la élite periodística, cuyo eminente papel en el sistema democrático plantea turbadoras interrogantes.
En el libro “El poder de la élite periodística (Editorial Fragua), la profesora y periodista María Santos Sáinz trataba de explorar la connivencia y la complicidad ideológica o de intereses de la élite periodística con el poder político y económico, así como el grado de influencia de los periodistas de renombre sobre la clase dirigente y, en general, sobre la opinión pública. ¿Qué papel juegan los dirigentes de la información y orientadores de la opinión en el sistema democrático? ¿Imponen su agenda a los políticos? ¿Llegan a alterar el curso de los acontecimientos? ¿Cuáles son sus redes de influencia? ¿De qué manera se relacionan con las otras élites de poder existentes en la sociedad? ¿Cuáles son sus posiciones ideológicas? ¿Qué valores transmiten y qué tipo de influencia ejercen en los ámbitos político, económico y cultural? ¿Quiénes integran la élite periodística y cómo actúan? ¿Qué mecanismos utilizan en su ascenso? ¿Están introduciendo nuevas maneras de ejercer el periodismo?
Cada día la élite periodística toma decisiones sobre la información que va a publicar o dar su medio, y fija posiciones sobre los acontecimientos. ¿Qué noticia hay que cubrir? ¿Qué importancia se le debe dar? ¿Qué fuentes informativas son fiables? ¿Se ofrece una pluralidad de fuentes? ¿Cuál va a ser la línea de su medio sobre tal acontecimiento? ¿Acuden a las fuentes más próximas a su forma de pensar, o su instinto profesional les conduce a contrastar fuentes opuestas? ¿Existen temas tabúes en cada medio de comunicación? ¿Hay una verdadera pluralidad de puntos de vista en las páginas de opinión?
Nomenklatura profesional. Son una minoría influyente. Se encuentran situados en la cima jerárquica de los medios de referencia. Vienen a ser como la nomenclatura del periodismo, los generales o dirigentes de la información. Todos tienen en común su visibilidad mediática y su pluralidad estelar. Son una treintena de periodistas de opinión que acampan en diversos púlpitos. Y tienen el arte de saber acumular posiciones muy visibles en prensa escrita, radio y televisión. Son verdaderos estrategas que saben dónde hay que moverse para evitar caer en el ostracismo. Siempre aparecen los mismos: los unos invitan a los otros en sus tribunas, se citan y autoproclaman su poder. Funciona una fuerte endogamia profesional. Se les puede describir en los mismos términos: funcionan a base de clanes, fidelidades, redes de sociabilidad y dictan la opinión. Su repercusión resulta imparable en nuestras actuales mediacracias.
Al servicio de quién. La élite periodística es una élite emergente respecto a la ya clásica división de Mills (élite política, económica y militar). Algunos funcionan por amiguismo, clientelismo político y económico, pero todo depende de las ocasiones y lo que esté en juego. A veces pueden llegar a imponer su agenda a la de los políticos. Pero, ante todo, sirven al grupo que les emplea y a las alianzas que promueve según sus intereses político-económicos. Hay todo un entramado de redes horizontales, redes de poderes, intersectantes y en interacción entre el periodismo, la economía y la política. Por eso se les puede acusar de un cierto periodismo de connivencia, además de periodismo de mercado.
Ideología. Tiene una ideología más reproductora que subversiva. No practican un periodismo incisivo. En este sentido, favorecen la ideología del conformismo. Les falta un auténtico sentido crítico. Por eso me parece importante añadir a las nuevas funciones del periodismo la de informar sobre la información. Es decir, el investigar, desvelar y revelar las equivocaciones de la práctica periodística. El fenómeno de la autocrítica y de la vigilancia de los medios debe salir del ámbito de las revistas especializadas y convertirse en una cuestión social. Y en Francia este nuevo fenómeno ya ha arrancado. El debate se ha producido, al contrario que en España donde el silencio es patente.
Intereses empresariales. Efectivamente. Son las leyes del mercado las que mandan. Como dice Bourdieu, padecemos la tiranía de los índices de audiencia. Ya no es tanto la calidad informativa la que prima. La información se ha convertido en una mercancía. Hoy en día los directores de los medios tienen un perfil más de manager que de periodista. Y el periodismo que se lleva responde a las estrategias del marketing redaccional (estudios de mercado sobre los gustos de los lectores, desvío a un periodismo más sensacionalista, etc.). La frontera entre prensa de calidad y la prensa sensacional se hace cada vez más difusa. Intereses económicos. ¿Hay bandas, familias, grupos que se reparten el poder mediático y, por tanto, el dinero. Las batallas políticas y económicas se libran en los medios de comunicación, así que no es de extrañar que se hable del parlamento de papel. En nuestro país ha habido y sigue habiendo encarnizadas batallas entre grupos mediáticos, luchas no sólo por el dinero, sino por el poder. Pero, a veces, el último trae al primero.
SOLUCIONES
El periodismo está intentando encontrar vías de salida a la crisis profesional y de modelo de negocio en la que está inmerso, y distintas cabeceras han anunciado en los últimos tiempos la puesta en marcha de iniciativas destinadas a garantizar su subsistencia. Para alcanzar ese objetivo, los diarios tienen que lidiar con un problema notable, como es el escaso valor de cambio que posee hoy el producto que ponen en el mercado. Según el informe “La pérdida de valor de la información periodística: causas y consecuencias”, realizado por Andreu Casero-Ripollés, profesor de la Universitat Jaume I de Castellón y miembro del think tank Grupo ThinkEPI, las noticias son una mercancía por la que los consumidores están cada vez menos dispuestos a pagar, especialmente en el entorno digital.
Las razones que explican este deterioro en el valor del producto periodístico pueden resumirse, según el informe, en tres. demasiada oferta, pérdida de la confianza en el periodismo (una calificación media de 6,2 sobre 10) y la industria ha actuado de forma contraria a sus intereses. Para Casero- Ripollés, que la mayoría de los gestores de los medios no provinieran del sector periodístico está directamente relacionado con la falta de inventiva a la hora de encontrar soluciones y con la ausencia de visiones que contemplaran el medio plazo.
Consecuencias: Pérdida de calidad de la información periodística. Fragilidad de las empresas periodísticas en términos de negocio. Cobrar por escribir será más difícil, salvo para unos pocos. Abandono de algunas de las funciones sociales y democráticas del periodismo
Soluciones: No se puede creer que haciendo el mismo tipo de producto que hace diez años, y encima de menor calidad, se vaya a poder cobrar al lector. Pero, en segundo lugar, para justificar el nuevo modelo hay que aportar ese valor añadido que legitima el precio. Una tercera posibilidad consistiría en la creación de clubes de lectores donde la suscripción no sólo ofrezca información, sino que genere beneficios y descuentos en distintos consumos, preferentemente culturales.
Cambio de mentalidad: Generar nuevos modelos de negocio supone pensar de otra manera, pero no sólo a la hora de saber comercializar lo que se produce, sino a la de ofrecer un producto diferente. “Es absurdo pensar que el intercambio de declaraciones de los principales líderes políticos en que se ha convertido buena parte del periodismo actual va a encontrar un lector dispuesto a pagar, salvo quizá la propia élite política". En esa tesitura, se impone dar un giro y pensar si la información que se difunde realmente conecta con los intereses mayoritarios del público y si no sería necesario regresar a otros modelos periodísticos. Para Casero-Ripollés, “es imprescindible pensar que el primer referente es el público, y no el periodista y sus intereses”.
Elige el lugar en el que quieres estar: En este contexto de doble dirección, sólo hay dos posibilidades. Según Casero-Ripollés, las empresas periodísticas que utilicen el corta y pega serán visibles y generarán tráfico, pero sólo si pertenecen a la primera división. “Las grandes marcas de la información se llevarán ese mercado sostenido en la publicidad. El resto tendrá que buscar otras fórmulas”.
COROLARIO
Los dos periodistas más famosos de la democracia, Juan Luis Cebrián y Pedro J. Ramírez, se parecen en una cosa: ambos entienden la información como poder, no como servicio. Y ambos, grandes periodistas, cumplen su tarea a las mil maravillas. Y ninguno de los dos ha entendido el nuevo periodismo, que es el periodismo de Internet. Los dos aman el oligopolio de los señores de la prensa, pero resulta que Internet ha finiquitado el oligopolio. A saber cómo será dentro de cinco años y de qué manera se rentabilizará.
Mientras tanto, aquí estamos: intentando, como casi siempre inútilmente, el asalto al Palacio de Invierno.