Los placeres ocultos de la vida

Theodore Zeldin, uno de los pensadores más importantes del mundo y prestigioso profesor de Oxfod explica en su nuevo libro ameno y erudito, de lectura fácil y digestión lenta, plagado de ideas luminosas y retos intelectuales –“Los placeres ocultos de la vida”, publicado por Plaraforma Editorial– el vacío emocional que vive el mundo modernos y destaca la importancia crucial de las relaciones interpersonales, por qué necesitamos ser escuchados y qué podemos hacer para mejorar nuestras vidas. El autor de "Historia íntima de la Humanidad" pasó por Madrid para darmos una nueva forma de recordar el pasado e imaginar el future.

“Tuve la enorme suerte de llegar al poder en la universidad muy joven y descubrí que no es muy interesante, otras personas tienen que esperar muchos años para darse cuenta. Tuve también la suerte de asesorar a un presidente francés y me di cuenta de que, aunque seas el presidente no tienes poder, porque los funcionarios no te dejan y porque todo el mundo te pone obstáculos. Bacon se dio cuenta hace siglos de esta batalla por controlar a otras personas, lo que le decepcionó profundamente, porque supo que al jugar este juego se pierde el control de uno mismo. Y eso debe llevarnos a la pregunta de qué es el mundo, de para qué sirve la vida. Para unos es tener un trabajo y hacerse ricos, para otros luchar contra el poder y para otros tener una familia y llevar una existencia tranquila. Pero la mayoría de la gente sólo vive el 15 por ciento de la vida, porque se convierte en un especialista que hace una sola cosa”.

Los viejos ideales parecen más agotados que nunca. Por este motive, Zeldin se plantea en esta sugerente obra hallar otros, ocultos, inexpresados o bien olvidados, desde cuestiones de muy diversa índole: ¿qué hacer frente a la escasez de almas gemelas? ¿De qué forma puede uno librarse de compañeros de trabajo que son un fastidio y de organizaciones que prosperan a base de producir agobio? ¿De qué forma podrían encontrar formas menos usuales de expresar su desánimo los menospreciados, los rechazados, los traicionados? ¿De qué modo las disputas entre países, religiones y temperamentos podrían entregar paso a una nueva actitud frente al disconformodidad? ¿De qué forma puede el humor desgastar más de manera eficaz la hipocresía? ¿De qué manera puede el deseo de belleza asistir a transformar cada vida en una obra de arte? ¿De qué forma conseguir vivir en plenitud?

Zeldin nos invita en su libro y en las entrevistas que ha ido concediendo durante su estancia española a sostener una charla pausada y fecunda con el contenido de cada capítulo. Pues, como mantiene el propio autor, el descubrimiento de vínculos inesperados entre individuos diferentes, entre creencias supuestamente incompatibles y entre el pasado y el presente forma entre los primeros pasos en la ruta que conduce a los placeres ocultos.

Dice que las profesiones están en crisis, porque todo el mundo tiene que trabajar muy duro y apenas les queda tiempo para pensar. Por e so, el propósito del libro es mostrar lo que la gente no hace, conseguir que el lector se formule preguntas y que imagine aquello que se puede hacer de forma distinta. No hay que tener miedo a poner en marcha algo diferente. “Vivimos –dice– en un mundo en el que las profesiones están en crisis. Los doctores dicen que no pueden pasar más de diez minutos con cada paciente, los periodistas tienen que trabajar y no encuentran tiempo para pensar, y en cada profesión hay muchas quejas respecto de las presiones que se sufren. Creo que en cada empresa debería existir un pequeño departamento de experimentación para analizar qué se puede hacer, y cómo cambiar las cosas para salir de esta situación. Recuerdo que hace apenas quince años los periodistas tenían tiempo para sentarse en un café a conversar contigo, y ahora no lo tienen”, declara el autor.

¿Niño prodigio?

Theodore Zeldin fue un niño prodigio y ahora es un autor de fama mundial instalado en Oxford. Nació en Mount Carmel (Israel), entonces Palestina, en 1933. Hijo de padres rusos, el progenitor era un ingeniero y brillante matemático que se había enrolado en el Servicio Colonial Británico que en aquellos años se ocupaba de la construcción de un ferrocarril militar en Egipto y posteriormente siguió trabajando aquí y allá para mayor gloria del imperio inglés. La madre era dentista.

A los tres años sabía leer y su capacidad intelectual llamaba la atención en un exclusivo colegio de El Cairo. A los doce escribió su primer libro y la educación universitaria se redondeó en Christ Church, uno de los magníficos e históricos colleges de Oxford.

Posteriormente, se convirtió en profesor del moderno St. Antony's. En la actualidad allí sigue como emérito y esposo de Deirdre Wilson, profesora de la Universidad de Londres y "coinventora de la teoría de la relevancia", una perspectiva sobre la comunicación original y potente. No tienen hijos.

Zeldin dedicó, nos recuerda, veinte años de su vida a escribir las dos mil páginas de su mítica “A History of French Passions”. Los cinco volúmenes vieron la luz entre 1973 y 1977, y aunque fue bien recibida por la crítica, su enorme tamaño le restó lectores.

Siguió publicando, pero la fama global no le llegó hasta 1994, año de la aparición de “Historia íntima de la humanidad”, uno de esos textos que marcan un punto de inflexión en la vida de los lectores y del que se dio amplia noticia cuando en el otoño del 2014 salió la edición de Plataforma Editorial, sello que casi al mismo tiempo publicó “Conversación”, libro derivado de una serie de seis emisiones de la BBC, emitidas en el año 2000, e ilustrada con pinturas debidas al propio Zeldin, cuyo objetivo central era mostrar la importancia del diálogo en la sociedad actual.

En este libro, Zeldin sigue el objetivo que ha marcado su vida: la busca compartida del conocimiento. "He tratado de abrir las páginas de mi enciclopedia interior", dice. Como estudiante, profesor, investigador o asesor de empresas y de gobiernos ha intentado siempre poner al servicio del lector su inmenso saber. La metodología de trabajo es contestar por la mañana las preguntas sin respuesta del día anterior. Las luces e ideas que acuden a su mente nada más levantarse pasan un elaborado proceso hasta que quedan encajadas con las ideas previas que le rondan la cabeza. Un trayecto que requiere un considerable esfuerzo hasta que los sucesivos borradores van tomando solidez y coherencia.

Hay un momento clave en el nuevo libro que puede interesar especialmente a nuestros lectores. Ocurre en el capítulo dedicado al éxito profesional y al poder. La tesis es sencilla: el éxito es una obsesión en nuestras vidas, pero, al mismo tiempo, nunca antes lo hemos visto con tanto escepticismo. Nunca antes hemos tenido tan claro que triunfar puede ser un calvario y una esclavitud personal. "Ya sabemos que el sueño americano no es posible para todos. Ahora el reto es saber con qué lo reemplazamos, qué hacemos con nuestras vidas", dice el autor.

Qué es lo que nos domina? El miedo. Miedo al fracaso, a la incomprensión, a la pobreza, al abandono... Y la única respuesta contra el miedo es la curiosidad", explica Zeldin. El miedo, sí, bueno, pero, ¿no está condenada al suicidio una sociedad que no tiene apetito de éxito? "¡No! Si, en realidad, nadie tiene éxito, ¿qué tiene de bueno desearlo? Lo que nos salvará es tener una visión completa de la vida, buscar el conocimiento y asimilar todas las experiencias como una parte del todo, también los fracasos".

Una filosofía de la vida

“Los placeres ocultos de la vida” recopila mil historias de personajes históricos que expresan nuestra relación con ideas como patria, liderazgo, religión, felicidad, éxito, lealtad, amor, deseo...

En cada uno de los 28 capítulos que componen el libro, Zeldin da voz a una persona determinada inserta en una época y civilización encarnadas en una vida que debe enfrentarse a alguna de las grandes decisiones que hombres y mujeres hemos tenido que tomar a lo largo del tiempo. De este modo, enfrenta momentos históricos con experiencias personales tratando de establecer un diálogo esclarecedor. Las distintas conversaciones que se van desplegando a lo largo de estas páginas buscan indagar en lo que hoy se podría hacer para alcanzar "el arte de vivir". Los personajes escogidos no son "héroes a los que emular", sino gente que ha dejado autobiografías o documentos de vida caracterizados por su sinceridad. Seres humanos capaces de despertar la imaginación de lo que podría ser un futuro mejor.

Zeldin enfoca y analiza en el primer cuarto de su libro a individuos situados en las fronteras, en los límites de su propia civilización. Personas sitiadas por las barreras del dinero, el prejuicio, el engaño o el malentendido. En una segunda parte, indaga el comportamiento de quienes pertenecen a grandes grupos nacionales o religiosos. Más adelante, entra en el trabajo como necesidad impuesta y obligada realización de tareas repetitivas, aburridas e incluso serviles. Por último, contempla la vida como un proceso de envejecimiento que conduce a una muerte que debe ser entendida con serenidad. No estamos ante "una trepidante novela de misterio", sino ante una gigantesca conversación poblada de autorretratos. Se trata del denso esfuerzo de un sabio que pretende conseguir, con estas páginas de lectura reposada, que nos entiendan los demás a la vez que nos conocemos mejor a nosotros mismos.

Y, al final, la conclusión es que cada vez nos hacen menos ilusión todas esas nobles palabras: ni el amor, ni la patria ni la religión, ni el dinero. ¿Qué nos queda? ¿Pedimos hora al psicoanalista? No. Freud no asoma la cabeza en todo el libro de Zeldin más que en dos o tres flecos. "Nos pusieron en el siglo XX con la idea de que estábamos enfermos y que la terapia era la única manera de convertirnos en personas normales. Y no: lo normal es ser una persona única. La obsesión con la depresión es una muestra de que rechazamos que somos seres únicos". Zeldin continúa: "Freud está bien, fue un escritor valioso, pero representa la medicalización del problema del ser humano, al que dio una solución única y sencilla, hecha a la medida de una clase media alta europea con tendencia a la angustia. Ahora tenemos enfoques diferentes. No creo que el problema sea entendernos a nosotros mismos, porque ésa idea es una ilusión irreal. Como mucho, podemos intentar entender a los demás porque, aunque no lo consigamos, es absolutamente estimulante".

El dinero y la felicidad

La crisis –dice– nos está dando una oportunidad. La gran mayoría de la gente trabaja más de lo que debe con el objetivo de ser más eficiente, y eso les deja agotados, al mismo tiempo que hay en el mundo muchos millones de personas sin empleo. “Por eso creo que necesitamos nuevas ideas, nuevas facultades críticas que nos hagan reinventar los negocios. Eso siempre ocurrió en la historia de la humanidad: cada vez que llegaba una gran crisis, se inventaba una nueva forma para satisfacer las necesidades. La agricultura o la industria surgieron cuando había escasez de alimentos o cuando había aumentado de tal manera la población que ya no había recursos para todos. Y eso es lo que debemos hacer ahora”.

“En la época actual, en política, en economía o en el ámbito terapéutico, hemos optado por lo que podría llamarse medicalización, y que consiste en tratar de disminuir los daños que nos provocan nuestros entornos, y lo cierto es que no está dando resultados.

Tenemos que saber dónde más podemos dirigirnos, y creo que una solución está en potenciar las relaciones 'one to one' entre las personas. Una gran revolución en la historia de la humanidad tuvo lugar cuando los hombres y las mujeres comenzaron a hablarse y a escucharse. Las mujeres comenzaron a abrir sus bocas y a no cubrir sus caras, a expresarse y a ser escuchadas. Eso supuso que comenzásemos a conocernos mejor, porque en esos terrenos es cuando descubres la verdad sobre la gente; en la vida privada no puedes decir mentiras porque si lo haces queda destruida del todo”.

“En todo caso, creo que la honestidad de la vida privada debería trasladarse a la pública, y que esa posibilidad de hablar y de escuchar a los demás habría de ser algo común. Eso sería una revolución y eso es lo que nos estamos perdiendo en los negocios, en la política o en los medios de comunicación. Estoy organizando en distintos países conversaciones cara a cara entre personas que no se conocen, y los participantes se sienten impresionados al ver cómo se pueden abrir a extraños tan fácilmente. Algunas universidades están comenzando a hacerlo también y es interesante, porque muy a menudo no hablamos con los demás, sino que decimos mentiras y hacemos teatro”.

En el libro afirma que nada hay más peligroso que ser el hijo de un millonario, lo que le sirve para subrayar las consecuencias íntimas a las que conduce una vida tejida únicamente por la ambición de éxito, pero también como metáfora de lo que provoca esa actitud en la vida social. ¿Por qué nada es más peligroso que ser el hijo de un millonario?

“ He conocido a millonarios y te das cuenta de que cuando tienes la posibilidad de hacer todo, no sabes qué hacer contigo mismo y con tu vida. Es muy bueno empezar desde abajo. He tenido mucha suerte también en esto. Mis padres, que eran personas con educación pero sin dinero, huyeron de Rusia porque era imposible vivir allí. He tenido que trabajar duro, y no hay nada mejor que eso para ver de una manera más clara las dificultades de la vida y para fijarte tus objetivos. El progreso es resultado del sufrimiento. En Inglaterra, por ejemplo, a gente que lo hace mejor son los inmigrantes indios, que estudian mucho y sacan muy buenas notas, mientras que otras personas más acomodadas son mucho más perezosas. Ser millonario y tener una serie de privilegios no es la respuesta. Siento mucha atracción y mucho entusiasmo por España, porque habéis tenido periodos de gran éxito y de grandes hundimientos. España es un país de enormes logros en el arte y en algunas industrias, y también ha sido un país con gastos enormes, por ejemplo en aeropuertos inservibles. Es cierto que las dificultades son muchas, pero soy muy entusiasta con la España de hoy y con su energía. Me gustaría organizar más conversaciones en España en las que la gente pueda expresarse y relacionarse con los demás”.

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