Grandes empresas piden redefinir el papel del Consejo Empresarial para la Competitividad . Directivos de algunas de las grandes empresas integradas en el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) consideran que esta organización debe abrir un proceso de análisis que determine si conviene replantearse su papel en el actual escenario económico, político y social español. Relevo generacional: Pallete, Gimeno y Botín dejan caer el Consejo Empresarial para la Competitividad. Los nuevos presidentes se niegan a heredar el papel de sus mayores de intentar influir en política a través del CEC y ponen fecha al fin del lobby. Será en febrero, cuando Alierta deje su presidencia. (En la foto, Dimas Gimeno, presidente de El Corte Inglés, habla con miembros ya veteranos del Consejo Empresarial).
El Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) parece caminar hacia su desaparición gracias no sólo a los grandes empresarios del Ibex y de la Empresa Familiar, sino también los jóvenes empresarios y banqueros que están fuera, la clase política en general y Moncloa en particular. ¿Razón? ¿Decadencia de la institución, inoperancia, falta de actividad e influencia?
Directivos de algunas de las grandes empresas integradas en el CEC, que lleva meses sin reunirse y la situación va para largo, consideran que esta organización debe abrir un proceso de análisis que determine si conviene replantearse su papel en el actual escenario económico, político y social español.
Un lobby empresarial
El CEC, compuesto por 15 compañías y el Instituto de Empresa Familiar (IEF) hasta sumar una facturación conjunta equivalente al 35% del PIB y dar empleo a más de 1,7 millones de trabajadores, se constituyó en febrero de 2011, en plena crisis, como un ‘think tank’ “para aportar propuestas que mejoren la competitividad, ayuden a la recuperación económica y fortalezcan la confianza internacional en España”.
En ese momento, los primeros ejecutivos de estas empresas, encabezadas por el entonces presidente de Telefónica, César Alierta, decidieron dar un paso al frente y constituir el CEC para defender las fortalezas del país, las ventajas de invertir en España e intentar revertir las opiniones pesimistas de analistas económicos y agencias de calificación. Este empeño llevó a los primeros espadas de las mayores compañías españolas a visitar en persona entre 2012 y 2013, cuando la prima de riesgo se situaba en niveles peligrosos, las principales plazas financieras internacionales para dejar claro que España no era el ‘enfermo de Europa’ ni el que iba a romper el euro, sino que tenía condiciones para convertirse en el alumno más aventajado de los países que integran la zona. La existencia de un grupo de inteligencia respaldado por los servicios de estudios de las principales corporaciones y multinacionales españolas cobró especial sentido en los años más duros de la crisis, cuando la confianza en la economía española se resquebrajaba.
Además de César Alierta, integran su Consejo son Isak Andic (Mango), Ana Botín (Banco Santander), Antonio Brufau (Repsol), José Manuel Entrecanales (Acciona), Isidro Fainé (La Caixa), Dimas Gimeno (El Corte Inglés), Francisco González (BBVA), Antonio Huertas (Mapfre), Pablo Isla (Inditex), José Creuheras (Grupo Planeta), Florentino Pérez (ACS), Rafael del Pino (Ferrovial), Juan Roig (Mercadona) e Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola). Además, representando al IEF, se encuentran Simón Pedro Barceló (Grupo Barceló), Javier Moll (Editorial Prensa Ibérica), Ignacio Osborne (Osborne y Cía). Por último, el director de la organización es Fernando Casado.
Ahora, con la recuperación en marcha, la economía creciendo a un ritmo anual del 3% y creando casi medio millón de empleos al año, parte de los cometidos del CEC se ha desvanecido. Pero ha sido la situación de impasse político que vive el país, con dos elecciones generales en seis meses y aún sin Gobierno lo que ha llevado a la organización a pasar a segundo plano a la espera de que se desbloquee la situación y se constituya un nuevo Ejecutivo. De hecho, la organización lleva más de un año sin llevar a cabo ninguna iniciativa estratégica, y las reuniones celebradas en lo que va de 2016, como la que tuvo lugar en julio, han sido de carácter técnico –aprobación de presupuestos– y no han tenido la influencia ni el calado de las que celebró en sus primeros años de existencia y a las que solían asistir como invitados miembros del Gobierno o incluso el anterior jefe del Estado.
De ahíque algunas empresas que forman parte del CEC hayan sugerido la conveniencia de abrir un proceso que permita determinar si tiene sentido refundar, reinventar o potenciar la organización o bien disolverla, según las mismas fuentes. En el ánimo de sus máximos responsables ha pesado la conveniencia de respetar los tiempos de los políticos y evitar que cualquier iniciativa a implementar pudiera ser malinterpretada. Por eso guardan un discreto silencio. En este compás de espera, Alierta ha aceptado continuar al frente del CEC hasta el próximo mes de febrero, cuando concluirá su tercer mandato consecutivo al frente del CEC, que no ha tenido que votar un relevo en su presidencia desde su creación en febrero de 2011, cuando el directivo accedió al cargo, pese a que inicialmente se planteó que la presidencia fuera rotatoria.
Los jóvenes cachorros
La nueva hornada de jóvenes presidentes de Telefónica, Santander y El Corte Inglés se han negado a asistir en el caso de que se convoque alguna reunión en el Consejo. Ni José María Álvarez Pallete, presidente de Telefónica, sustituto del actual presidente del CEC y principal urdidor del mismo, César Alierta; ni Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, hija de Emilio Botín, el ‘colaborador necesario’ del aragonés en tal aventura; ni mucho menos Dimas Gimeno, presidente de El Corte Inglés y sobrino de Isidoro Álvarez, otro de los grandes puntales del lobby que se creó para contribuir a la ‘salvación de España’, están por la labor de jugar ese papel institucional de influencia política que tanto gustaba a sus mayores. “Estamos aquí para gestionar las empresas que dirigimos, no para politizar nuestra actividad ni para meternos en política. No nos gusta la situación que sufre España ni el caos político, pero nosotros ahí no debemos meternos”, señala una fuente interna de una de estas tres entidades.
Pallete, Gimeno y Botín ya han hecho llegar a algunos de sus compañeros de viaje en el CEC que nada de reuniones ni de postulados ante la situación de desgobierno e incertidumbre económica que vive el país. Tampoco posicionarse de forma conjunta ante el desafío catalán, “cada uno por su lado”, dice esta fuente. Máxime cuando, desde Moncloa, llegaron claros mensajes de desaprobación de su actividad el pasado año y de que hasta el mismísimo Mariano Rajoy se haya negado a volver a recibirlos en la sede de la presidencia de Gobierno. En esa misma línea se han mostrado en privado otras empresas que, aunque no han renovado sus sillones presidenciales, no quieren que el organismo que surgió como efecto colateral de la crisis de credibilidad que vivía la patronal CEOE que lideraba el encarcelado Gerardo Díaz Ferrán siga funcionando.
Un alto ejecutivo como Pablo Isla, presidente de Inditex, rechazó la propuesta de presidir el lobby que iba a haber dejado Alierta al abandonar en abril su más altas responsabilidades en Telefónica. De hecho, a la vista de que el momento de incertidumbre política que se vivía en primavera, camino de nuevas elecciones el 26J, para evitar que la disolución se produjera y no armar ruido, el empresario zaragozano, ahora al mano de la Fundación Telefónica, aceptó a regañadientes quedarse de presidente del CEC hasta febrero próximo. Ésta es la fecha que más de la mitad de los integrantes del lobby barajan como la idónea para disolverlo, señalan varias fuentes de las 17 sociedades que lo forman.