RAMÓN DE ESPAÑA NO DEJA TÍTERE CON CABEZA EN ‘IDIOCRACIA. CÓMO CARGARSE UNA DEMOCRACIA EN SOLO TREINTA AÑOS’

Ramón de España es un experto en escribir diatribas destinadas a levantar ampollas en una gama de afectados extremadamente amplia. La “idiocracia”, según él, abarca los últimos treinta años de errores flagrantes y sería, según él, “una degeneración de la democracia en prácticamente todos los campos: política, moral, ética, cultura, economía, medios de comunicación… “, y en este país hay mucho terreno abonado para que se dé tal gobierno. “Cómo cargarse una democracia en sólo treinta años (EdicionesB, 2016) es el último libro del incansable Ramón, empeñado siempre en hacer amigos hasta en el infierno.

Con su habitual tono, nos damos de bruces con su sarcástica visión de la historia y recorrido de la democracia española, en la que Ramón de España no deja títere con cabeza; de Artur Mas al Estado Islámico, de Mariano Rajoy a Vladímir Putin o de Pablo Alborán a Lady Gaga.

Todo aquello que en este país y durante los últimos treinta años sea susceptible de tener flecos de dudosa moralidad, de falsa autenticidad, todo personaje que tenga un lado turbulento, visto por los ojos de Ramón de España resulta en una crítica feroz, cáustica y despiadada que provocará tantas sonrisas como atragantamientos.

Por las páginas de “Idiocracia” pasan la sobreactuación y exceso de autoconfianza de la época inmediatamente posterior a la Transición; la contribución de la izquierda a la “idiocracia”; el nacionalismo catalán y el vasco y ETA; el papel de la Iglesia católica y de los gurús de la new age y de las religiones en general; los ecologistas radicales; los animalistas; las feministas fanáticas; los hinchas de fútbol; Adolfo Suárez, Fraga Iribarne, Carrillo, Felipe González y Alfonso Guerra, Pasqual Maragall, Albert Boadella y Arcadi Espada, Albert Rivera, Arzalluz, Jordi Pujol y Artur Mas, Salvador Sostres, Vicent Partal, Carme Forcadell, Teresa Forcades y Lucía Caram, David Fernández, Bárcenas, Paulo Coelho y Albert Espinosa, Pablo Iglesias y Antonio Baños, entre otros muchos. Y, claro, ninguno sale bien parado.

Ramón de España (¡!) nació en Barcelona el mismo año que Artur Mas. Para superar ese trauma, escribió dos libros irónicos sobre el proceso independentista: un ensayo, “El manicomio catalán” (2013), y un dietario, “El derecho a delirar” (2014). Ahora amplía el foco a nivel nacional con “Idiocracia”, texto en el que manifiesta su preocupación ante la progresiva cretinización de la sociedad española desde los tiempos de la Transición democrática.

Ramón de España ha publicado varios ensayos más y nueve novelas. También ha provisto de guiones a diversos dibujantes de cómics y ha escrito y dirigido una película, “Haz conmigo lo que quieras”, por la que fue nominado para los Goya en 2005 en la categoría de mejor director novel. Rodará en 2017 su segundo largometraje, “Hablemos del amor”, protagonizado por Joaquín Reyes, Carlos Areces y Martina Klein. Como periodista, pasó de la prensa alternativa de finales de los setenta a “El País” de los noventa. Actualmente ejerce de columnista habitual en “El Periódico de Catalunya”, el semanario “Interviú” y el diario digital “Crónica Global”.

Crítica amarga y corrosive

Sin abandonar su inconfundible tono irónico –que permite al lector aproximarse con una sonrisa a las graves cuestiones denunciadas por el escritor–, Ramón de España repasa los “errores” cometidos en los últimos treinta años que han causado “una degeneración de la democracia en prácticamente todos los campos: política, moral, ética, cultura, economía, medios de comunicación”. “¡Con lo bonito que parecía el futuro cuando se murió el general Franco! Pero lo único que ocurrió fue que se nos vino la democracia encima y no supimos qué hacer con ella. O lo intuimos (algunos), pero no perseveramos lo suficiente en la dirección adecuada”, lamenta en otra ocasión.

El autor no deja títere con cabeza, y en este breve recorrido crítico por la historia contemporánea de España arremete contra la izquierda, la derecha, los nacionalistas, los nuevos partidos, los poderes fácticos, ETA, la Iglesia católica, las feministas, los ecologistas y animalistas radicales, el fútbol, las redes sociales, la telebasura y, en general, contra todos los “iluminados” a los que considera responsables de la “idiocracia” que domina el país , y a los que no duda en señalar con nombres y apellidos.

Aunque Ramón de España advierte a los lectores de que encontrarán “poco optimismo” en su obra –y que su “estado actual es de una desesperanza absoluta”–, lo cierto es que también hay algunas gotas de ilusión. “El libro que tiene usted en las manos, querido lector, solo pretende poner su granito de arena en la inmensa cantidad de sacos terreros que hay que colocar para que no llegue el momento en que todos seamos más tontos que ayer, pero menos que mañana”, se propone el autor, y a fe que lo consigue.

Lúcido y heterodoxo

Un tratado del sentido del común. Un monumento contra la corrección política y el pensamiento de masas. Un ataque brutal al estilo de los grandes heterodoxos del periodismo como Henry Louis Mencken o Manuel Chaves Nogales. Eso y no otra cosa es Idiocracia, de Ramón de”España. “Les aviso de que poco optimismo van a encontrar en estas páginas. Mi estado actual es de una desesperanza absoluta", avisa Ramón de España desde su tierra baldía. Porque la única independencia frente a la que se cuadra este periodista inclasificable es la del pensamiento. Su combate no es contra la casta ni contra la política: es contra la estupidez. Y lo avisa esa cita de Adolfo Bioy Casares con la que nos recibe este manual contra la imbecilidad y la idiotez políticamente correcta: "El mundo atribuye sus infortunios a las grandes conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima a la estupidez".

“Idiocracia” toma su título de Idiocracy, una película del año 2006 de Mike Judge,el creador de los dibujos animados Beavis y Butthead de la MTV de los años noventa, “dos tarugos groseros y analfabetos donde la estupidez orgullosa campaba por sus respetos”. Judge explicaba en ese film, que pasó más desapercibido por la taquilla que el último bodrio de Fernando Trueba, ese milagro de la naturaleza por el cual los tontos se reproducen más que los listos, fenómeno que se da porque básicamente no piensan, no se plantean nada, lo dan todo por bueno y no almacenan en su alma el más mínimo elemento metafísico.

“Si a mí me marcó Idiocracy fue porque comparto las preocupaciones del autor”, escribe De España. Y ese desasosiego es lo que le lleva a combatir lo que llama el “Puerto Hurraco state of mind”, ese disposición mental --dice De España-- “equiparable a la del pastor de aquel chiste que cuando pidió un deseo, en lugar de pedir riquezas y felicidad, deseó lo que más alegría le proporcionaría en esta vida: "Que se muera la cabra del vecino"”

Ramón de España no guarda ninguna esperanza en el hombre masa. "Franco se preciaba de haber inventado la clase media, y no se equivocaba, pues el hombre masa se vende por su pisito, un coche y si fuese posible un apartamento en la playa. La ideología es un lujo moral del que casi todo el mundo se capaz de prescindir.Por eso la resistencia la franquismo fue tan escasa y tan inútil y el Caudillo se murió en la cama”.

Contra los nacionalismos

Los primeros en caer son los idiotas más jóvenes, los que vienen a cagarse en el régimen del 78. “Los que vivimos la Transición recordamos perfectamente cómo desaparecieron de la noche a la mañana los fans del Caudillo. Llegó un momento en el que parecía que solo quedaba Blas Piñar, como si en España ya no hubiera ni fascistas, ni derechistas ni gente de orden en general. [...] O sea, que nos acostamos franquistas y nos levantamos demócratas de toda la vida. Empezaron a salir resistentes de debajo de las piedras, pues resultaba que todo el mundo había corrido detrás de los grises”.

Y si alguien ha contribuido a la idiocracia estos han sido los nacionalistas, a los que De España remata sin piedad vaciando todo su cargador. La idiocracia se instaló en el País Vasco, “ese noble pueblo vasco al que solía hacer referencia el Caudillo en sus ridículos discursos de Fin de Año”, y se basó en la fe y en el sentimiento. “Si alguien que disfruta de un régimen impositivo extremadamente conveniente cree estar siendo expoliado por el vecino, ¿qué le puedes decir? Si el partido de burgueses ricachones que corta el bacalao no mueve un dedo para evitar que los políticos de la competencia tengan que salir a la calle a por tabaco en compañía de dos guardaespaldas, ¿cómo puedes mantener con él una relación más o menos civilizada?”.

Su blanco favorito es el nacionalismo catalán, a cuyos adalides les mete una sesión de zurriagazos y electrodos en el escroto. Ramón de España dedicó al problema catalán dos libros indispensables: “El manicomio catalán” (2014) y “El derecho a delirar” (2013). Este es el retrato feroz que hace de Carles ‘Cocomocho' Puigdemont': “Un talibán de Convergencia que odia España con todas sus fuerzas y si hay alguien capaz de asomarse al balcón de la Generalitat para seguir el ejemplo de Companys y proclamar la independencia de Cataluña, es él. Realmente, si con este menda no conseguimos que nos apliquen el famoso artículo 155, yo ya no sé qué habrá que hacer”.

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