Sabor agridulce en las altas monarquías árabes. Mientras el terror islamista acalla los devaneos que algunas reinas árabes – Rania de Jordania y Asma de Siria– tenían por el mundo del lujo y de la moda, otras, como la multimillonaria Jequesa de Qatar o Emine Erdogan, ganan presencia en los altos Salones europeos y hasta adquieren a golpe de talonario firmas míticas del glamour y la elegancia internacionales.
Es el caso de la Jequesa de Qatar, quien este verano adquiría Balmain, empresa valorada en 500 millones de euros. Su glamour, sazonado de elegantes turbantes y vestidos recatados pero siempre a la última, ha marcado tendencia sin cruzar jamás la línea roja de la modestia que imponen los guardianes de la ortodoxia islámica. En occidente morimos por lo exótico. Sheikha Mozah bint Nasser al-Missned, la hermosa Jequesa qatarí, era perfecta para general tal adoración. La segunda mujer y favorita del jeque de Qatar (aunque odiada por los hombres del emirato), licenciada en Sociología , se movía con inteligencia derrochando seducción en bodas o visitas de Estado. Galardonada en varias universidades norteamericanas, logró hacer amable la cara autoritaria del emirato al promover cuestiones sociales y educativas vestida de grandes firmas y tocada con un turbante.
Tres años después de que su esposo abdicara, Moza ya no se conforma con adaptar el prêt-à-porter que triunfa en las pasarelas europeas a los pasillos de una de las monarquías más conservadoras del golfo Pérsico. La ex jequesa se ha propuesto conquistar las marcas más exclusivas de la moda occidental. La última de una larga retahíla de adquisiciones acaba de cerrarse este verano. Mayhoola -la compañía qatarí tras la que se oculta Moza- ha comprado Balmain, una firma emblema de la alta costura francesa cuyas creaciones han lucido en la última década estrellas de Hollywood, los famosos más fotografiados del viejo continente y las Kardashian.
El bolsillo de Moza revolucionó la industria de la moda en 2012 al hacerse con la italiana Valentino, la joya de su emporio, por un monto cercano a los 700 millones de euros. El objetivo de la ex jequesa es unir ambas compañías e impulsar un conglomerado que tiene intereses repartidos por otras marcas, como la firma británica de bolsos Anya Hindmarch -con una participación valorada en 31,6 millones de euros- o la italiana Forall Confezioni, en cuya compra desembolsó 129 millones de euros hasta hacerse con el 65% del accionariado de una empresa que produce la marca de moda masculina Pal Zileri y tiene la licencia de los accesorios de Moschino y Cerruti 1881.
En 2014 las ambiciones de Moza, la segunda de las tres esposas del ex jeque, se fijaron en la firma española Pepe Jeans, cuya adquisición finalmente no se materializó.
La voraz pasión de la ex jequesa por el universo de la alta costura también ha alcanzado los confines de Qatar, el país más rico del mundo con el mayor PIB por habitante del planeta. A través de Qatar Luxury Group (QLG) -dirigida por un ex ejecutivo de LVMH-, Moza trata de divulgar entre sus súbditos una embrionaria industria de la moda. En 2011 la sociedad compró el 85,73% de las acciones de Le Tanneur & Cie, una empresa gala centenaria dedicada a la fabricación de artículos de cuero. De sus despachos ha nacido también la primera aventura autóctona: Qela. Sus talleres se ubican en el emirato y emplean a los licenciados en moda en una universidad local, aunque las riendas del grupo están en manos de "profesionales europeos que tienen una visión diferente a la qatarí". Su catálogo incluye productos de cuero, zapatos, joyas y vestidos, "moda atemporal -reza su publicidad- para mujeres cultas e inteligentes".
Moza -que guarda entre sus condecoraciones la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica- reconoció atreverse incluso a dibujar algunos bocetos y participar con los sastres en la confección de sus trajes. "Mi estilo es algo que respeta la tradición y al mismo tiempo es moderno y práctico", detalló quien -además de cuidar su cartera de inversiones y su aspecto- lleva la batuta de la Qatar Foundation, una organización establecida en 1995 para mejorar la educación, las artes y la ciencia en el que fuera un pobre puerto militar bendecido por el hallazgo de petróleo hace tan solo seis décadas.
Emine Erdogan
La esposa de Recep Tayyip Erdogan, figura controvertida en Turquía tanto por sus caros gustos como por su activismo en nombre de la mujer, también aspira a subirse al escalón más alto de la sociedad turca.
La Primera Dama afirma vivir una «humilde y modesta» vida, pero sus gustos difieren mucho de esa definición. El último escándalo saltó en Varsovia, la capital de Polonia. La prensa local turca informó de que allí se gastó cerca de 45.000 euros en antigüedades. Este es sólo uno de los muchos casos publicados y que llevan a muchos medios a definirla como «adicta a las compras».
Y no de cualquier tipo de compras, pues se le relaciona con una destacada afición por productos de lujo. En otra occasion, diversos medios señalaron que Emine Erdogan reservó un centro comercial completo en Bruselas para poder realizar sus compras sin ser molestada.
Fuentes del movimientos feminista turco, incluso personalidades premiadas a nivel internacional, creen que la figura de Emine Erdogan, así como la de numerosas ONG subvencionadas por el Estado, complican la lucha por la igualdad. Según estas fuentes, el plan del Gobierno islamista del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) es promover sus propias organizaciones de mujeres para fomentar «un modelo ideal de mujer musulmana, no para lograr la igualdad de los dos géneros».
¿Y las otras damas árabes?
Para otras Primeras Damas árabes se ha acabado la gran vida. Rania calló y modificó algunos de sus hábitos y aficiones tan alejadas de la vida diaria de los jordanos: no era el momento para excederse en su pasión por los bolsos de Chanel, Dior o Vuitton. Hecho que le criticaban también en círculos europeos, que nunca entendieron el amor por las marcas de lujo de la reina de origen palestino. No era un momento para esa Rania que triunfaba en el exterior, portada de revistas y considerada como una de las mujeres más influyentes del mundo.
Las revueltas que llenaron las calles de las ciudades árabes hicieron desaparecer de las portadas del lujo y de los salones de Europa a otra bella primera dama árabe: Asma Al-Asad, "la bella Asma". La mujer del presidente sirio había sido otra top woman, admirada en Occidente por su estilo, elegancia y sus amores por Chanel o Loubutin. Asma representaba el glamour del régimen y además colaboraba con ONGs y en cuestiones de mujeres, jóvenes y discapacitados, lo habitual para conformar un retrato perfecto. Ella lo explotó. El régimen sirio también. Pero vinieron las revueltas, la represión feroz, la guerra civil y millones de sirios exiliados en los países del entorno. En algún momento Asma declaró su apoyo incondicional a su marido. Hoy no sabemos si la bella Asma se ha refugiado en Londres, Rusia o permanece en Damasco.